Es bien cierto que la vida de las cobayas humanas en la casa es un espectáculo, pero también es verdad que buena parte del show está fuera. Los expulsados, nada más pisar el plató con Sor Milà, tras regresar al perro mundo donde no pagan millones por encerrarte en ningun sitio, comienzan a decir nuevas chorradas, proporcionales al plan de productores y psicólogos.
Éstos últimos, por ejemplo, argumentan que Vanessa fue votada por la audiencia por ser una persona conflictiva, que hacía comentarios negativos de los demás. En cambio los contertulios de Tómbola, que es un nido de víboras donde los famosos son despellejados en carne viva cual San Jerónimo mártir, tiene un gran éxito y causan las delicias del público. ¿Quieren decirnos los sacerdotisos de Tele5 que a la gente le gustaría ver una especie de comuna ONG, llena de Marías Gorettis y Teresas de Calcuta untándose bálsamos del dolor, contándose biografías de «Vidas Ejemplares» y cantando el Kumbayá con los pies en remojo en la piscina, como santones purificándose en el Gangeeees? No me lo creo.
A la audiencia le gustaría mucho (y me temo que la escena no tardará en llegar) ver a Iñigo el Escatológico preparando relleno de empanadillas con el contramuslo de Iván, que cada día se compincha más con Ismael para dejarle en evidencia. Vanessa ya se refirió a ellos con estas palabras ala abandonar la jaula: «Son mafia-mafia».