M allorca sufre de nuevo las consecuencias de las huelgas convocadas en el sector del transporte, un sector clave cuyo mal funcionamiento tiene gravísimas repercusiones en la imagen turística de la Isla. Y ahí viene el problema. En el caso del aeropuerto de Son Sant Joan, un reciente decreto del Ministerio de Fomento establece que además de los taxistas de Palma también pueden acudir para recoger pasajeros los profesionales de la Part Forana que tengan un contrato previo con el cliente. Esta es la ley que debe ser cumplida y si a alguien la parece injusta, tiene todo el derecho a solicitar que se modifique, pero utilizando procedimientos legales. Resulta en este sentido sorprendente el error cometido anteayer por el Govern al anunciar que suspendería la aplicación del decreto nacional. Al día siguiente, y tras asesorarse, el Govern ha admitido que no tiene competencias para derogar temporalmente una normativa de la Administración central.
Hoy el aeropuerto volverá a ser escenario de enfrentamientos y desórdenes impropios de una comunidad pacífica y hospitalaria como es la nuestra. Y todo por unos servicios "¿cuántos?" que los taxistas de la Part Forana pretenden cubrir. ¿No es desorbitada la crispación de los taxistas de Palma? ¿No se acuerdan de cuando ellos no podían cargar clientes en Son Sant Joan y sólo lo podían hacer los llamados «taxis del aeropuerto»? En un Estado de Derecho no puede ser la violencia y la coacción el método para arreglar los problemas. Al optar por el enfrentamiento constante, los taxistas "aunque no todos" dan una deplorable imagen a los ojos de ciudadanos y turistas.
Y lo mismo cabe decir del conflicto de los autobuses de Andratx, que ha convertido lo que debería ser una defensa civilizada de una serie de reivindicaciones en una huelga salvaje que hasta ahora no respeta los servicios mínimos. Con estos métodos pierde Mallorca y perdemos todos.