María Barea estuvo viendo ayer por la tarde "como otras tardes y otras noches" el resumen de «Gran Hermano». Y nosotros con ella. La pantalla, durante un montón de minutos, estuvo ocupada por su hija, Mónica, que, por lo que intuimos, se ha integrado totalmente en el grupo, como manifestará cuando entre en el confesionario, y, encima, se hace escuchar por éste.
Cada vez que aparece, María guarda silencio. Tan sólo lo rompe para decir, cuando conversa con Marina, en el jardín, «que debe de hacer fresco, porque mira cómo se tapan». También repara que fuman mucho, «pues cuando se les acabe el tabaco ya veremos qué hacen», dice. En otra ocasión, cuando al salir de la habitación los moradores de la casa tienen que abrir y cerrar la puerta cinco veces, sonríe. No le gusta escuchar al concursante sevillano recién llegado, Iñigo se llama, decir que no quiere pactar. «Me temo que como siga así no va a quedarse mucho tiempo en la casa», piensa en voz alta. Le preguntamos si tiene noticias de que su hija ha llorado, «no, ¿qué ha pasado?», y también de que ha recibido un toque por parte de la dirección del programa que la ha advertido de que ha hecho un comentario del exterior que no ha lugar allí. «Tampoco sé nada de eso, ¿sobre qué ha comentado?». «Ni idea "contestamos" ¿sabe... parece ser que todas tienen el período...?» «¡No me diga...! ¿de verdad...?». En ningún momento, a lo largo del resumen, se hace alusión a esta cuestión. María sigue con atención las observaciones que hace Vanessa respecto a lo que puede ocurrir mañana «cuando uno de nosotros tenga que abandonar la casa». Les explica que «para cuando llegue la hora, debemos de tener hecha la maleta y luego cenar, porque quien salga, si lo hace cenado, con lo movida que va a ser la noche, mejor lo va a pasar».
Al finalizar el programa María nos muestra una caja en la que guarda los recortes que han ido saliendo; también nos enseña el vídeo «de cuando Mónica entró en la casa», añadiendo que una amiga «me está grabando los programas emitidos hasta que me pongan Vía Digital». María sigue de vacaciones, «pero no paro de atender llamadas telefónicas de amigos y periodistas "y apostilla": nunca supuse que esto iba a ser así».