La tradición le había reservado a Josep Planas Montanyà una fábrica harinera en Cardona. Él se rebeló contra ese destino y prefirió dedicarse a la fotografía, algo para lo que tenía la mà trencada. Él insiste, una y otra vez, en que no sabe qué le ha hecho merecedor del Siurell de Plata.
"Usted tendrá alguna idea al respecto...
"Bueno, la verdad es que me he integrado muy bien en Mallorca.
Siempre digo que soy catalán pero también mallorquín, he pasado 55
años de mi vida aquí, desarrollando una actividad fotográfica.
Además, he trabado muy buena amistad con mallorquines y
mallorquinas.
"¿Cómo nació esa afición a la fotografía?
"Cuando cumplí quince años mis padres me regalaron mi primera
cámara fotográfica. Fuimos de excursión a Montserrat y, cuando fui
a recoger el resultado, el fotógrafo del pueblo me comentó que
quién me había hecho las fotos. En aquel momento vieron que tenía
facultades para ese arte.
"¿Cuándo recaló en Mallorca?
"El destino militar me trajo aquí en 1945. Yo me quería dedicar a
la fotografía, aunque por tradición debía estar al frente de la
fábrica de harinas que mi familia tenía en Cardona. Aquí vi que
tenía posibilidades con la fotografía. Con la ayuda de mi madre, mi
padre dio su brazo a torcer y me dejó el dinero para abrir la
primera tienda en la calle de Colom, en 1947.
"Pero no sólo se dedicó a hacer dinero...
"Me gustaba colaborar en periódicos, revistas,... Era el
corresponsal de Fotogramas en una época en que Mallorca vivió un
esplendor cinematográfico nunca visto.
"¿Con qué cámara se identifica más?
"No sé. Hay muchas. La primera, la que me regalaron en casa, era
una Agfa Billy Clak; la primera profesional era una Contax. En un
momento dado me desprendí de las dos. Una la recuperé, la otra
espero recuperarla dentro de poco. Actualmente uso una
Hasselblad.
"Tomó fotografías de leyendas del cine, de la música, de
paisajes emblemáticos... ¿Recuerda alguna en
especial?
"Muchas. Sobre todo las que me costó más hacer. Aún hoy se venden
postales de Mallorca que hice yo. No me costaba levantarme cuatro o
cinco días seguidos a las cinco de la madrugada para captar aquella
mágica salida del sol.