"Globalización, nuevas tecnologías, nueva economía. ¿Cómo
se está reaccionando ante este nuevo marco de actuación
económico?
"Todas las magnitudes económicas tienen que basarse sobre criterios
de sostenibilidad, pero desde hace tiempo, de un modo descarnado,
trato de ir al fondo de un gravísimo problema que tiene la sociedad
moderna: asumir el reto tecnológico. Más en concreto, el ser
capaces de incorporar al equipo productivo del país las nuevas
tecnologías.
"¿Qué problemas hay en estos momentos encima de la mesa
en nuestro entorno?
"Hay un término acuñado por la Comisión Europea que habla sobre la
paradoja europea, el cual define perfectamente lo que está pasando,
puesto que estamos perdiendo competitividad a chorros en relación
con Estados Unidos y algunos países asiáticos. Europa, en estos
momentos, no es competitiva porque no es capaz de transformar el
producto interior bruto con la generación de conocimiento. La
paradoja consiste en cómo es posible que Europa teniendo en estos
momentos una base científica tan buena o mejor que Estados Unidos y
Japón en investigadores, laboratorios y capacidad, luego llega
tarde siempre al mercado o no llega. No es capaz de colocar en los
mercados internacionales productos de calidad buenos a buen precio,
cuando la competitividad conlleva y produce bienestar a la
sociedad.
"¿Qué se está haciendo para resolver estas importante
lagunas?
"En el caso español, el país tiene que ser consciente de lo que se
juega. Es cierto que las cosas han cambiado mucho en la última
década y mucho más en el último año. Lo primero que hay que hacer
es que los agentes del sistema sean conscientes de lo que se
juegan. Y aquí incluyo a la empresa, centros de investigación y la
propia Administración. Las empresas han vivido de espaldas al
investigador y el investigador, por su parte, critica a la empresa
por no pensar a largo plazo. Ninguno de los dos está en la banda
adecuada. La creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología por
parte del actual Ejecutivo ha sido un punto de partida
importante.
"¿Y a nivel europeo qué ha sucedido?
"En los últimos veinte años la sociedad europea ha ido cambiando de
centro de gravedad, dándose cuenta cada cuatro o seis años de que
estaba montada en un caballo equivocado al no entrar a fondo en la
investigación. Nos hemos dado cuenta de que ello es necesario, pero
no es suficiente. El centro de gravedad está situado un nivel más
allá de la investigación, en la tecnología. Hemos descubierto el
círculo de convertir el conocimiento que genera la investigación en
bienestar. Cuando se investiga se crea conocimiento basado en una
tecnología que luego se traslada, de ahí que necesitamos
empresarios con visión de futuro que sepan trasladar este
conocimiento tecnológico. Aquí, está el verdadero reto: ser capaces
en España y en Europa de transformar el conocimiento en producto
interior bruto sin perder mucho en el camino y corriendo, ya que el
tema consiste en llegar el primero al mercado.
"¿Están mentalizadas las partes implicadas del
cambio?
"Cada vez más, pero falta todavía mucho, sobre todo en este país.
Hay una falta de responsabilidad de la pérdida de sustancia entre
universidad y empresa, debido principalmente a la rigidez y falta
de contacto de la universidad con la empresa. Falta de movilidad en
el profesorado, no hay incentivos para investigar y estamos ante
una universidad obsoleta en cuanto al cuadro de sus estructuras. Se
necesita una movilidad de catedráticos al estilo de como se produce
en Estados Unidos, ya que ello propicia la captación de
conocimientos, que es lo que se valora y da prestigio. Europa en
estos momentos tiene ante sí un gravísimo problema, el de la
reforma de la universidad más que de la empresa. La empresa, dentro
de esta dinámica, sabe dónde está la universidad, pero falta ese
punto de conexión entre ambas instituciones. Esto es por culpa de
los mecanismos que imperan en la universidad europea, ya que su
enorme rigidez estructural se lo impide de momento.