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Editorial

Todos contra todos

Estamos asistiendo de nuevo al lamentable espectáculo de los políticos echándose barro los unos a los otros en presencia del féretro de la última víctima de ETA. En el momento en que todos los ciudadanos sensibles y razonables de este país deberían unirse para combatir con la palabra y con la determinación un problema que nos afecta a todos, es precisamente la clase política la que se desmarca y, a renglón seguido de condenar el atentado, se dedica a responsabilizar a unos y a otros de estos hechos que sólo tienen un culpable: ETA.

Parece que los partidos no nacionalistas "PP y PSOE, fundamentalmente" están empeñados en alejar al PNV del Gobierno vasco y han encontrado en el acercamiento de este partido hacia HB la oportunidad para desbancarle del poder. Por eso, desde que los nacionalistas en bloque firmaron el llamado Pacto de Lizarra el hostigamiento al partido que dirige Xabier Arzalluz ha sido incesante. Pero eran tiempos de tregua y entonces no había nada que objetar. Ahora que los terroristas han vuelto a empuñar las armas el ataque hacia el PNV se ha vuelto feroz.

Que el PNV se ha equivocado al contar con HB para llevar a buen puerto su programa político está claro y acabará por reconocerlo. Pero nadie puede dudar de que la violencia, el crimen y el tiro en la nuca son tan ajenos a este partido centenario como lo son al PP. Por eso resulta innecesario satanizar a Arzalluz o a Ibarretxe, quien no hace otra cosa que cumplir el programa que votaron sus electores. Lo que la ciudadanía de verdad les exige a todos ellos, nacionalistas o no, es que acaben con el problema etarra. Ni más ni menos. Si para ello hay que celebrar elecciones anticipadas en Euskadi, adelante. Pero estamos seguros de que ésa no será precisamente la solución.

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