Mañana de Domingo de Pascua con viento fresco, que hace que la gente se abrigue algo más que en días pasados. Parapetados tras la valla, más de dos mil personas aguardan la llegada de la Familia Real, que, como viene ocurriendo desde hace cuatro años, va a oír misa en la Seu. Es el último acto al que asisten en estas vacaciones de Semana Santa.
Pocos minutos antes de las doce y media de la mañana, la reina Sofía, el príncipe Felipe, la infanta Elena y los duques de Palma de Mallorca (Iñaki Urdargarín había estado en la víspera en Kiel disputando un partido con el Barça) llegan a la explanada de la Catedral a bordo de un monovolumen conducido por don Felipe, en lo que los curiosos rompen en una salva de aplausos. A medida que los miembros de la Familia Real descienden del coche, entre los que no vemos al Rey, se escuchan gritos de «¡Guapos!», «¡Viva la Reina!» «¡Viva el Príncipe!», a los que ellos corresponden con sonrisas y saludos con la mano.
La reina Sofía vestía un traje con falda gris y chaqueta a juego, con cuadros anaranjados; la infanta Elena, que como sabemos todos espera su segundo hijo, lucía un traje pantalón tirando a tonos grises, mientras que su hermana, la infanta Cristina, llevaba chaqueta de color naranja y pantalones grises. A la entrada del templo, la reina Sofía y el resto de miembros de la Familia Real son recibidos por el obispo de Mallorca, Teodor Úbeda, y por todo el Cabildo Catedral.