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Editorial

El escandaloso caso de las gasolinas

El hecho de vivir en un archipiélago nos comporta enormes diferencias con el resto del país, y casi todas ellas van en perjuicio de los residentes en Balears. Dada esta circunstancia, no sorprende que las gasolinas y el gasóleo sean los más caros de todo el Estado, lo que es, además de un lastre en el desarrollo económico, un agravio comparativo al que habría que poner fin. Pero si a ello añadimos que muchas gasolineras de Balears dan en sus surtidores menos cantidad de la que marca el aparato, según pone de relieve un estudio de la Conselleria d'Indústria del Govern balear, la cuestión es aún mucho más escandalosa.

Y, si bien es cierto que sólo un pequeño porcentaje incumple los márgenes legales, muchas están entre el 0'0 y el 0'5 por ciento de error a su favor y sólo unas pocas ofrecen más cantidad de combustible de la que aparece en la pantalla del surtidor.

Evidentemente, en los tiempos actuales y con las más modernas tecnologías de las que podemos hacer gala en la sociedad occidental, parece más que posible superar y eliminar estos márgenes de error para que los consumidores paguen por lo que realmente se llevan y no carguen con un fallo que no es suyo, sino de la empresa vendedora.

En cualquier producto de consumo, las especificaciones de cantidad deben ser muy estrictas y se deben superar unos controles muy rigurosos; criterios ambos que habría que aplicar desde ahora mismo a las gasolinas y a los gasóleos, cuyos precios han sufrido un incremento desaforado a lo largo de este último año, a causa, según parece, del incremento del precio del crudo. Por todo ello, está claro que hay que reivindicar no sólo que se contemple el hecho insular para abaratar los precios, sino además que se haga lo propio con la calidad y la cantidad del producto.

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