En cuanto transcurra la jornada de hoy, que llamamos de reflexión, estamos todos llamados a las urnas en un día "esperemos" de ambiente apacible, de nervios contenidos para los políticos que se juegan su futuro y de fiesta democrática para los ciudadanos. Ha sido ésta una de las campañas electorales más tranquilas de la joven democracia española: no se han aireado grandes escándalos, no ha habido insultos, humillaciones o revelaciones polémicas entre los candidatos y, en su conjunto, se ha saldado con un resultado discreto, positivista, como debe ser.
Sólo un elemento ha venido a teñir de luto esta campaña: la salvaje irrupción de ETA con el asesinato del socialista Fernando Buesa y su escolta y el intento de masacre acometido en San Sebastián apenas unos días atrás. Y tras la acción irracional y absurda de estos bestias, el panorama político en el País Vasco se ha enrarecido todavía un poco más. Algo que, sin duda, estará en la agenda de los dos principales candidatos para los días siguientes al escrutinio.
Por lo demás, ha destacado el pacto Almunia-Frutos para una hipotética legislatura de izquierdas, aunque sólo accedieron a aparecer unidos en un mitin; la inesperada dimisión del ministro Manuel Pimentel a tres semanas de la campaña y también la ausencia "poca valentía demuestran tanto Aznar como Almunia" de un debate televisado en el que los españoles pudiéramos asistir a un round en directo entre los candidatos.
Al final de dos semanas intensas de mensajes y contramensajes, los electores nos hemos quedado con distintas coplas que prometen mejorar nuestras vidas: subida de pensiones, semana laboral de 35 horas, fin anticipado de la «mili», revolución de los impuestos... A la hora de la verdad, el lunes lo veremos.