«Si desde el ribazo del Mirador, al respaldo de la catedralicia mole, oteáis hacia oriente, veréis el anfiteatro de la hermosa bahía dibujarse al borde del intenso colorido en forma de brochazo blanco». A través de estas frases totalmente abocadas al lirismo propio de su estilo, Luis Fábregas, acérrimo amante de Mallorca y su paisaje, nos hablaba de un rincón de la Isla en el que disfrutó en su juventud jugando entre las dunas móviles que el viento arremolinaba.
En la década de los años veinte un industrial muy conocido en Palma, fabricante de bebidas carbónicas y licores, cuya destilería se ubicaba en la barriada de Son Alegre, fijó su mirada hacia la zona levantina. Llevaba largo tiempo comentando que deseaba adquirir una «larga trinxa» de la zona porque estaba seguro del desarrollo que podría tomar aquel importante sector. Bartolomé Riutord fue el primer hotelero de Can Pastilla y urbanizador de los terrenos que adquirió. Intentó revalorizar los terrenos de aquella «trinxa» construyendo un hotel que llevaba el nombre del lugar. Se trataba del Hotel-Restaurante Ca'n Pastilla.
Otro nombre que siempre permanecerá unido al de aquella zona es el del ínclito Antonio Pomar, que supo planear para la ciudad una nueva zona turística. El hotel Oasis, de su propiedad, se ha convertido en una residencia de ancianos. Al fundador de la junta directiva de la Asociación de Hoteleros de la Playa de Palma le fue concedida la merecidísima medalla de oro al mérito turístico.
Can Pastilla es un barrio joven, fruto en parte del boom turístico de los años sesenta. Hoy convertido en una zona residencial de primer orden, ha sabido paliar sus crisis enfocando sus miras hacia unas viviendas de calidad y alto «standing». l Eugenia Planas