La muerte de doña María de las Mercedes de Borbón y Orleans, condesa de Barcelona, acontecida ayer, llegó por sorpresa, cuando la Familia Real estaba pasando estas vacaciones en Lanzarote. Si alguna faceta es la más relevante de la vida de la madre del Rey es la discreción que le ha caracterizado a lo largo de toda su vida, una vida difícil que transcurrió en su mayor parte en el exilio, primero en Roma, París y, posteriormente, en Estoril, en Portugal, al lado de su marido, don Juan de Borbón. Precisamente ese exilio hizo que fuera una figura desconocida para la mayoría de los españoles. Doña María de las Mercedes jugó, sin duda, un importante papel en la transición española y ayudó a que se mantuviera viva en España la institución monárquica en los difíciles años de la dictadura. Y tuvo que encarar la tensión entre padre e hijo cuando el general Franco decidió restaurar la monarquía con don Juan Carlos sin tener en cuenta los derechos dinásticos del conde de Barcelona. En esos momentos tuvo que conjugar, y lo hizo de forma absolutamente discreta, su papel de madre y esposa.
En estos últimos años, la condesa de Barcelona gustaba de asistir a diversos actos culturales y a las corridas taurinas, de las que era una gran aficionada. Era, además, presidenta de honor de la Fundación Hispania de barcos de época, que cada año celebran una regata que lleva el nombre de su marido en la bahía de Palma y, también, presidenta de honor de la fundación ANDE para ayuda a discapacitados y recibió diversos reconocimientos como su nombramiento como hija predilecta de Andalucía. Es un hecho incontestable el cariño popular del que con su personalidad se había hecho acreedora. Como no podía ser de otro modo, la condesa de Barcelona será despedida con todos los honores. Después de todo el sufrimiento y el alejamiento forzado de España que tuvo que padecer, doña María de las Mercedes se nos ha ido. Ha sido, sin duda, una parte viva de la dolorosa historia del país en el exilio que, por fortuna, pudimos recuperar.