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De profesión, estatua

Heera, Joe y Gorgi son tres extranjeros que dedican una media de cinco horas diarias al duro trabajo de permanecer inmóviles

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Para el oficio de estatua la jornada de trabajo empieza sobre las once de la mañana y termina a las dos. Cargados con las grandes bolsas que guardan sus disfraces, Heera, Gorgi y Joe llegan a sus «zonas» y se instalan. «La antigüedad de la estatua» y su constancia a la hora de situarse en un lugar concreto, se tienen en cuenta para repartir los emplazamientos, porque no es lo mismo ser «la primera estatua» del recorrido turístico, que «la última», sobre todo a efectos económicos.

Tardan unos veinte minutos en vestirse y maquillarse, y lo mejor es hacerlo en «el lugar de trabajo», para evitar el deterioro de los trajes, o la incomodidad de desplazarse embutidos en ellos. Heera, de origen brasileño, era modista, masajista y una empedernida viajera, hasta que hace siete años llegó a Mallorca y le gustó. Aquí descubrió «el oficio de estatua», es más, cási lo inventó, porque ella es la «primera estatua» de la Isla.

Varias manos de pintura blanquecina y veteada de rosa endurecen los pliegues del vestido dándole la apariencia pétrea del mármol. El trono está cubierto con láminas plásticas de encimera de cocina, de los mismos tonos que el vestido. El resultado: una bella estatua de mármol rosado. Al principio era casi imposible transportar todos los elementos del disfraz, pero ahora tiene un trono plegable de su invención que le permite guardar todo en una bolsa.

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