Los baleares lamentamos muchas veces la escasez de corrientes de agua que caracteriza nuestra geografía. Aunque lo cierto es que, reconocido el gran número de problemas que crean los escasos torrentes que tenemos, asusta el pensar lo que ocurriría si fueran numerosos. Tal vez el origen del problema estriba en que aquí no nos hemos tomado nunca muy en serio la problemática propia del caso. Ha tenido que ser la nueva titular de la Conselleria de Medi Ambient quien, gracias a su reiterada preocupación por el asunto, lo pusiera nuevamente sobre el tapete.
Nuestros torrentes están sucios, presentan un cauce sumamente descuidado y, por añadidura, se ven en ocasiones castigados por obstrucciones o desviaciones causadas por las construcciones que, sin la menor sensatez, se han llevado a cabo en su lecho o en las inmediaciones del mismo. Una política de general inconsciencia determinó que durante los años del más salvaje desarrollismo se ignoraran los peligros que semejante situación podía originar. Tuvo que llegar un septiembre casi trágico "recuerden las inundaciones en la comarca de Manacor" para que se empezara a pensar seriamente en encontrar soluciones. La verdad es que, desde entonces, tampoco se han hecho grandes cosas al respecto.
Llegan ahora noticias desde la conselleria correspondiente que hablan de encontrar soluciones definitivas en algunos casos, los más preocupantes, como sería el del torrente de Manacor, en Mallorca. Bienvenidas sean, siempre y cuando se trate de algo definitivo, que acabe con esa especie de política de parcheo que, en el mejor de los casos, se viene manteniendo hacia un problema que podría llegar a ser más serio de lo que se han creído hasta ahora. Es lamentable que, año tras año, nadie se acuerde de los torrentes hasta que el verano toca a su fin.