«A bordo el adiestramiento constituye un complemento a las guardias y tareas propias de la navegación», indicó ayer a Ultima Hora el guardiamarina M. Pereira, a bordo del buque escuela uruguayo «Capitán Miranda», que visita Palma durante tres días en su crucero de instrucción anual.
Es un itinerario de seis meses de duración para 11 oficiales de la plana mayor, 6 suboficiales, 26 guardiamarinas, 33 subalternos y 7 invitados que dan vida a este velero construido en Matagorda (Cádiz), en 1930. Su objetivo es hacer de la navegación un arte de aplicación práctica y con vistas al futuro, sin olvidar la tradición.
Así, a bordo coexisten el sextante con el GPS. En el puente los guardiamarinas disponen de los instrumentos más modernos, como pantallas de radar digitalizadas, junto a piezas de museo, como una clásica bitácora.
Una peculiar amalgama que se manifiesta en la propia esencia del buque, su aparejo de goleta en duraluminio para once velas Marconi, en contraste al casco de acero remachado de marcado arrufo.
Su imagen ha despertado curiosidad en la regata Cutty Sark para
grandes veleros con la que ha coincidido en el norte de
Francia.
Navegar en el «Capitán Miranda» representa una inolvidable
experiencia y un orgullo para los guardiamarinas, ya que ejerce de
embajada flotante del Uruguay. Así lo manifiesta su enorme bandera,
que ondea a popa sobre la rueda del timón. Una misión que cumple
desde 1978, año en que fue transformado en buque escuela de vela
para abandonar su primitiva función oceanográfica.