Des Güell a Lluc a peu» se convirtió, hace ya unos cuantos años, en la marcha más popular de Mallorca. Más de veinte mil personas partieron desde el desaparecido Bar Güell con la intención de llegar hasta Lluc.
Durante el recorrido, se juntan con nueva gente procedente de los pueblos de Lloseta, Consell, Binissalem o Selva y continúan la marcha. Muchos lo consiguen y otros tantos se quedan por el camino, pero todos destacan la experiencia y la califican de «sensacional, divertida y cansada».
Gero Llabrés salió desde Lloseta y ha llegado a Lluc cerca de las nueve: «No nos hemos cansado mucho. Es muy divertido, la gente está muy animada. Ya hace dos años que vengo pero éste es especial porque lo hago por una promesa: Me he quitado las zapatillas en la gasolinera y he saltado. Mi padre afortunadamente sigue vivo», comenta muy ilusionada. Daniel Bonet y sus amigos recorrieron los 48 kilómetros enteros de la marcha: «Estamos muy cansados. Es el primer año que lo hacemos y la experiencia es agotadora aunque por el camino es muy divertido, ríes, conoces gente... pero el cansancio se nota en las piernas al final. No sé si el año que viene repetiremos. Nos los pensaremos mucho antes de decidirnos», dicen con un tono de voz que refleja el cansancio acumulado tras las ocho horas de caminata. En Lluc hay gente de todas las edades, pero sobre todo chavales jóvenes de entre 13 y 18 años. Quizás son ellos los que ponen la nota color y la diversión en el monasterio. Muchos participantes llegan corriendo, saltando o con ganas de volver a repetir. El grupo de Rosa Maria Carbonell lleva participando en la marcha dos ediciones: «aunque el año pasado acabé reventada, este año ha sido diferente, no me encuentro nada cansada y eso que lo he hecho desde el principio... Luego voy a ir a enseñarle el diploma a mi padre para que vea que he llegado antes que él», afirma contenta Rosa Maria. «Me gusta ver la cara que pone la gente cuando a la llegada nos ven corriendo y a ellos casi les falta el aire», añade entre risas.
El equipo sanitario desplegado para la ocasión estaba formado por unas cuarenta ambulancias y por más de cien profesionales. No hubo que atender muchas heridas de gravedad. Durante el recorrido se presentaron, sobre todo, las típicas torceduras, calambres y sobrecargas musculares que aparecen tras los cuarenta y ocho kilómetros de recorrido que llevan hasta Lluc.