La abnegada labor del sacerdote franciscano TOR Joan Ramón Cañellas, padre Ramón, durante sus 62 años de dedicación al colegio de San Francisco, le será reconocida mañana en el transcurso de un homenaje promovido por la Asociación de ex Alumnos del Colegio de San Francisco. El padre Ramón recibirá la insignia de oro de la Asociación de ex Alumnos del Colegio de San Francisco, la primera que concede esta agrupación, en el transcurso de una cena de ex alumnos que seguirá a la misa eucarística que tendrá lugar en la Basílica de San Francisco.
El sacerdote asegura que recibe este acto con alegría y agradecimiento por la atención que han tenido con él, «al ser escogido entre cientos y cientos de ex alumnos», dijo.
El padre Ramón ha dedicado 62 años de su vida al colegio de San Francisco, que el mismo fundó en 1937 cuando se creó la primera escuela con el nombre de Escola Alemanya, que se encontraba en el mismo lugar que ahora ocupa la Casa de Cultura. Recuerda claramente el momento en que se derribó esta escuela y los 18 profesores pasaron a dar sus clases en la biblioteca del colegio actual. «Entonces los cursos estaban clasificados en dos grupos: Romanos y Cartagineses, y las lecciones eran toda una lucha entre los alumnos, que llevaban banderas, y que yo solía moderar», cuenta el padre Ramón.
Echando una mirada atrás, el padre Ramón trae a la memoria aquel 30 de mayo de 1952 elegido para la bendición del nuevo colegio, «que contempló una multitud desde la plaza de San Francisco y para cuya ocasión vino el cardenal Spelman de Nueva York. La llegada del cardenal fue apoteósica, le esperaban todas las autoridades de Palma y, después de recorrer todo la ciudad, hizo una entrada triunfal en la plaza», explica el padre Ramón.
Durante sus años de docencia en la Escola Alemanya impartió todo tipo de asignaturas, pero cuando se construyó el nuevo colegio pasó a dar clases de religión.
Preguntado sobre cómo ha cambiado la enseñanza en todos estos años, el padre Ramón prefiere hablar más de los alumnos que de la evolución pedagógica y afirma: «Los chicos de entonces eran más sumisos, acataban las órdenes con sumisión; ahora, la juventud está revolucionada y, por tanto, los alumnos son más rebeldes y más difíciles de llevar».