L os vientos no son favorables a la nave socialista que, tras el abandono de Josep Borrell de la carrera presidencial, está atravesando una situación difícil debido a la falta de liderazgo. La buena intención de las primarias ha resultado calamitosa para el partido.
El primer error consistió en alinear a dos candidatos, uno de los cuales era nada menos que el secretario general del partido. El segundo fue que, al perder frente a Borrell, Joaquín Almunia no dimitera, lo que propició una dirección bicéfala que prolongó y aumentó los problemas internos que ya se habían insinuado durante su campaña.
Ahora, con el escándalo que ha obligado a Borrell a retirarse, el partido está huérfano de un liderazgo fuerte. Felipe González se apresuró a reaparecer para descalificar a Almunia como futuro candidato y el patio socialista anda revolucionado sin que nadie ponga orden.
Así las cosas, en vísperas de unas elecciones municipales, autonómicas y europeas, el PSOE anda como una lagartija herida, moviéndose sin rumbo, nervioso y con el temor de un descalabro electoral. En estos momentos y sin intención de hurgar en la grave herida abierta, hay que recordar un lema y un pronóstico que se dieron hace años: cien años de honradez, como bandera, y el anuncio de que el PSOE moriría de éxito.
Con un PP más fuerte cada día, especialmente por culpa del propio PSOE, las expectativas para los socialistas son muy negras si no ponen en marcha un Plan renove íntegro y urgente. Alguien ha hablado, en el seno del partido, de un congreso extraordinario. Podría ser una solución y, acaso, definitiva porque lo que necesita el PSOE es una pronta operación de renovación de ideas y estructuras, algo que ayude a romper con el pasado "o sea, ahora" y olvidarlo lo más pronto posible.