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Supporter por unas horas
Por unas horas fuimos hinchas del Chelsea. Como no pasó nada en Magaluf, es decir, no hubo altercados, ni broncas, ni borracheras, tuvimos que alterar el guión sobre la marcha metiéndonos en la movida de la pacífica hinchada del club londinense y enterarnos de algunas cosillas. De ahí que nos compráramos una camiseta "3.850 pesetas", y una vez metidos en ella nos mezclamos entre algunos seguidores en el hotel donde se hospedaban, donde fuimos recibidos más bien con indiferencia que con pasión, aunque más de uno nos chocó las palmas de las manos asegurándonos que íbamos a pasar una noche feliz.

Lo cierto es que salvo la excepción que confirma la regla, el Chelsea no es un club de hinchas descerebrados. El hooliganismo no se enfunda aquella camiseta. Son más bien hinchas de mediana edad, de poder adquisitivo medio tirando a alto, que acostumbrados a acompañar al equipo allá por donde va saben comportarse. Ayer, desde su llegada a Magaluf hasta antes del partido, no hubo ningún incidente, lo cual es buena señal. Bebieron cerveza en la terraza del hotel y en algunos bares de la zona. En según qué licorerías "sobre todo las de Punta Ballena" no se les sirvió alcohol. Un cartelito colocado frente a la caja así lo decía, y ellos lo entendieron. Naturalmente, si algunos optaron por el agua, otros se decantaron por la cerveza fresca. Y aquí paz y en el cielo gloria.

Entre la hinchada del Chelsea me encontré con un mallorquín de Muro, Sebastián Mateo, residente en Chelsea desde hace muchos años, que portaba las bufandas de uno y otro equipo, y que posiblemente sería el único mallorquín hincha del Chelsea que pisaría anoche el Lluís Sitjar.

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