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Overbooking en Ca l'Ardiaca
La historia se repite un año más. Ca l'Ardiaca, sin padre, ni madre, ni perrito que la ladre, se ha sobresaturado de «sin techos». Tanto es así, que las habitaciones están repletas, lo que obliga a habilitar colchones en el suelo, viejos sofás como camas y tresillos de la entrada para que, más mal que bien, pongan a reposar sus huesos durante un par de horas antes de reemprender una jornada que terminará, una noche más, en el mismo lugar.

«Hace un año "nos decía Johnny, el vigilante de noche" nos manifestamos por un problema similar: ésto se llenó de gente que no quiere nadie, mientras en otros lugares, como Hospital de Nit hay camas sin ocupar, o al menos la gente no está tan hacinada como aquí. Damià Pons, entonces, nos dijo que no nos preocupáramos, que solucionaría el problema. ¡Pues ya lo hemos visto! Aquí seguimos, peor que el año pasado, acogiendo más gente que el año pasado, pero con menos ayudas que en el 98, que no tuvimos ninguna, aunque a raíz de aquella entrevista que mantuvimos con él, teníamos la esperanza de que no se volviera a repetir la historia. ¿Qué podemos hacer...? ¿Manifestarnos de nuevo...?»

A las ocho de la tarde Ca l'Ardiaca se pone hasta la bandera de «sin techo»; a las once ya no cabe nadie más; así que a media noche, «cuando lleguen los que faltan, cuatro marroquíes, ya veremos dónde los metemos. O irán a dormir al suelo, o a cualquier silla de esas».

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