El País Vasco no deja de provocar noticias. Inmersa desde hace unos meses en un supuesto proceso de paz del que nadie sabe nada, la sociedad vasca se despierta día tras día con un sobresalto. Ahora no son los atentados, por fortuna, sino las declaraciones fuera de lugar, las constantes acusaciones entre políticos y, ayer, la decisión de nombrar a un presunto etarra como miembro de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento autonómico.
Huelga decir que todos los grupos políticos ajenos a Euskal Herritarrok "coalición a la que pertenece José Antonio Urrutikoetxea, alias «Josu Ternera»" han reaccionado con asombro e indignación ante la decisión. Y, como ellos, cabe suponer que la mayoría de los ciudadanos del País Vasco y del resto de España también.
«Josu Ternera» fue considerado en la década de los ochenta el
'número dos' de la banda terrorista y hoy, inexplicablemente, se
sentará en una mesa para defender los derechos humanos de los
vascos.
Si no fuera trágico sería hasta gracioso. Este individuo se
encuentra actualmente encarcelado en prisión preventiva, lo que,
evidentemente, dificultará sus actividades políticas. Pero eso es
lo de menos. Porque resulta insultante que una persona que
supuestamente "queda por demostrar en un proceso judicial" dirigió
una banda terrorista encargada de extorsionar, secuestrar, amenazar
y asesinar a otros vascos se erija hoy como salvaguarda de los
derechos humanos. Qué ironía. Está claro que Euskal Herritarrok ha
querido hacer una demostración de su fuerza con este gesto y nadie,
en el Parlamento vasco, ha sido capaz de frenarles.
En esta batalla que hoy se libra en Euskadi para encontrar un camino hacia la paz los violentos acaban de apuntarse un tanto y, aunque todos ponen el grito en el cielo, la triste realidad es que se imponen por la fuerza del derecho. Porque a ellos sí se les respetan sus derechos.