Un popular puente de Kabul, conocido por ser el refugio de miles de adictos al opio, fue rebautizado como «el puente de la felicidad», en un intento de los talibanes por lavar la imagen de pobreza y miseria de este barrio de Afganistán y publicitar su Gobierno. El barrio occidental de Pul-e-Sokhta, conocido en la capital afgana como «la ciudad de los adictos», fue durante más de 20 años el hogar de miles de drogadictos que hacían su vida junto al cauce del rio, y en algunos casos, conseguían la muerte, bajo la normalidad de los transeúntes.
«El área que fue nombrada 'fin del mundo' se convirtió en un área de luces y colores», dijo hoy a EFE el portavoz de la municipalidad, Niamtullah Barakzai. Aunque el nombre de la infraestructura aún debe ser oficializado por el gabinete de los talibanes, funcionarios y medios afganos lo han rebautizado como «el puente de la felicidad». «Espero que todas las miserias se reemplacen con felicidad y alegría», añadió Barakzai.
El área ahora «es actualmente colorida, limpia y está decorada con luces que son agradables para nosotros, y ahora aquí hay una exhibición de libros que comenzó ayer y continuará durante tres días más», dijo a EFE Khaleel, un residente de Kabul que paseaba por el puente. El periodista afgano Nasto Naderi, que vivió más de cinco años en este puente, se refirió a este lugar tras un programa de rehabilitación por parte del depuesto gobierno, en su libro «Pole Sokhta, el fin del mundo».
Tras la llegada al poder de los talibanes en agosto de 2021, las autoridades de Kabul iniciaron una agresiva campaña para enviar de manera forzosa entre 3.000 y 4.000 drogadictos a diferentes centros de desintoxicación. Los talibanes se están centrando en internar a personas sin hogar y que habitualmente han perdido el contacto con sus familias debido a la adicción. Un programa típico del centro dura unos 45 días, aunque si los pacientes sufren de problemas psicológicos su internamiento puede extenderse hasta tres meses.
El alcance de este programa se ha convertido en una de las acciones más publicitadas por los islamistas, que combaten la crítica de la comunidad internacional por haber acabado con los mayores logros y libertades de las mujeres, como la educación, el trabajo, y el libre movimiento. El viceprimer ministro del Gobierno de los talibanes, Abdul Salam Hanafi, se ha referido a los adictos como «la responsabilidad moral» de los fundamentalistas. Afganistán satisface el 80 % de la demanda mundial de opio. A pesar de que históricamente la producción se concentraba en zonas controladas por el grupo antes de llegar al poder, los talibanes achacan el alto número de drogodependientes al depuesto Gobierno.