La premisa de que los viejos rockeros nunca mueren adquiere tintes cuasi dramáticos con Silvio Berlusconi. Il Cavaliere, empecinado en eternizarse como la piedra en el zapato de la política italiana, surfea como pez en el agua los actuales tiempos críticos en los que la pujante Giorgia Meloni depende de sus votos para todo. La nueva referente de los sectores más ultraconservadores y neoliberales, orgullosos postfascistas en su caso particular, quiso poner a Berlusconi en su sitio. Parecía no saber con quién se jugaba los cuartos, aunque en verdad sí lo sabía. Y muy bien.
Trumpismo es libre interpretación de los hechos como más se ajusten a la propia conveniencia, a pesar de que la realidad sea tozuda y a veces impepinable. En ello Berlusconi ha sido y aparentemente sigue siendo todo un maestro. Si la semana empezó con un Berlusconi muy enfadado porque Meloni no haya tenido a sus siglas suficientemente en cuenta, terminó con el exabrupto de sus comentarios sobre una supuesta cercanía a Vladímir Putin. Amistades peligrosas en tiempos convulsos donde la guerra y sus efectos sociales y económicos todo lo dominan.
La conformación del nuevo gobierno que ha de dirigir a Italia hacia un nuevo tiempo próspero y certero se ha visto empañada en las últimas horas por la confesión de Berlusconi, quien reunido con miembros de su Forza Italia no escatimó en detalles sobre lo cercana que es su relación con Putin. Berlusconi, como aun está interesado en permanecer cerca del poder, ha tratado de matizar sus palabras defendiendo los valores europeos y de la OTAN. Los mismos valores que posibilitaron la victoria electoral de la líder de Hermanos de Italia, ahora en la difícil tesitura de mostrarse ante sus socios como un aliado confiable.
Si logra ser nombrada primera ministra Meloni dice que no tolerará medias tintas en este asunto. Si logra ser nombrada, claro, algo para lo que necesita el apoyo de quien una vez fuera su mentor, actualmente socio díscolo e incómodo. Matteo Salvini y su Liga quedan avisados. El nuevo Berlusconi se parece mucho al viejo Berlusconi. Precursor del trumpismo apenas sin quererlo, antes incluso de la propia irrupción de Donald Trump como figura política de referencia en determinados sectores. Los últimos hechos demuestran que Berlusconi es y será rockero hasta el final, hasta que el cuerpo o los italianos le aguanten.