Las Fuerzas Armadas de Rusia se han hecho este jueves con el control de la central nuclear de Chernóbil, situada en el norte de Ucrania. «Después de una feroz batalla, se perdió nuestro control sobre el sitio de Chernóbil. Se desconoce el estado de las instalaciones de la antigua planta de energía nuclear», ha explicado Mikhail Podolyak, asesor del jefe de la Oficina del Presidente de Ucrania.
El 26 de abril de 1986 el reactor número 4 de la central nuclear, que en ese momento pertenecía a la Unión Soviética, explotó causando el peor accidente nuclear de la historia. Tras la tragedia Chernóbil pasó a ser una ciudad fantasma. La alta contaminación, que a día de hoy todavía persiste aunque en menor medida, convierte la zona en un peligroso cementerio nuclear. Es decir, como tal, la antigua central nuclear y la zona de exclusión suponen más obligaciones (mantenimiento de los residuos nucleares) que beneficios. A simple vista, sería uno de los últimos lugares que alguien querría conquistar.
¿Por qué se ha convertido en un enclave estratégico del conflicto entre Rusia y Ucrania?
«No importa si está contaminado o si nadie vive aquí», explicaba al The New York Times el teniente coronel Yuri Shakhraichuk, del servicio de guardia de fronteras ucraniano. El interés en Chernóbil va mucho más allá. La posición geográfica es el motivo por el cual esta zona incompatible con la vida se ha convertido en un punto importante en el conflicto. La antigua central se encuentra a tan solo 17 kilómetros de la frontera con Bielorrusia, aliados de Rusia, y sería el camino más corto para las tropas rusas en caso de que se dirijan a Kiev.
Conscientes de ello y tras la acumulación de tropas rusas en la frontera con Bielorrusia, desde hace meses Ucrania había desplegado fuerzas de seguridad en un territorio donde además de las armas deben llevar material para detectar la exposición a la radiación. Sin éxito, dado que este mismo jueves las fuerzas rusas han tomado con aparente facilidad la posición.