Corea del Sur ha superado este viernes los 10.000 contagios de coronavirus, un volumen que ha gestionado bien gracias a un sistema para rastrear y ralentizar la infección que puede servir de arquetipo para la lucha global contra esta y futuras pandemias. En ese sentido, el país asiático se encuentra a la vanguardia en cuanto sistemas de detección de la enfermedad y su último gran avance son unas novedosas cabinas presurizadas que permiten conocer si el paciente aloja el virus en su cuerpo en un tiempo récord: apenas siete minutos.
Los posibles afectados, tras una consulta profesional, son examinados en el interior del habitáculo despresurizado, que se desinfecta tras cada uno de los usos, y en siete minutos tanto los médicos como el ciudadano conocen los resultados.
Corea del Sur, que no ha limitado movimientos de ciudadanos ni cerrado fronteras, no registra más de 200 contagios diarios desde el 12 de marzo y ha tardado 20 días en sumar los últimos 2.000, promediando unos 100 casos al día.
El éxito hasta ahora reside en implementar un programa que combina testeo masivo de sospechosos de contagio, seguimiento exhaustivo de rastros de infección y hospitalización generalizada (incluyendo casos leves).
Paradójicamente, muchos surcoreanos se congratulan ahora de que su país sufriera una epidemia de Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS) en 2015 que dejó 38 muertos y que desató duras críticas contra las autoridades por su incapacidad para identificar las rutas de contagio.
De este fracaso se tomó buena nota; se aprobó un sistema que, en caso de emergencia sanitaria, permite a empresas de soluciones diagnósticas recibir autorizaciones por vía rápida del Gobierno para manufacturar y exportar kits para testar.
A la semana de que el primer caso se detectase el 20 de enero en Corea del Sur ya había una empresa fabricando pruebas diagnósticas; a día de hoy son ya varias las que lo hacen con una capacidad combinada que pone en circulación cientos de miles de estos kits al día.
Se dispuso así uno de los pilares que están permitiendo mitigar las transmisiones; desde que el primer gran brote se detectó en el país a finales de febrero se han promediado 10.000 test diarios.
Testar está siendo la base para cartografiar la infección y limitarla, ya que al poner en cuarentena y hacer pruebas a discreción a un grupo de riesgo cada vez que se detecta un foco comunitario se van cortando las posibles nuevas vías de contagio.
A esto se une una maquinaria que se activa cada vez que se confirma un nuevo positivo y que rastrea los últimos pasos de la persona infectada para determinar con quién estuvo en contacto y qué lugares visitó en días previos, lo que permite identificar a nuevos sujetos de riesgo a los que, de nuevo, se testa y se pone en cuarentena.
El sistema utiliza datos GPS de los teléfonos de los contagiados, información de tarjetas de crédito e imágenes de las cámaras de seguridad, lo que, pese al éxito de la iniciativa para controlar el virus, no ha impedido abrir un debate en el país sobre privacidad y uso de datos.
No obstante, las autoridades insisten en la necesidad de mantener el distanciamiento social (el inicio del curso escolar se impartirá completamente online) ante el riesgo de que el contagio repunte, especialmente en torno a Seúl, donde viven 26 millones de personas (más de la mitad del país).