La región amazónica brasileña sufre los peores incendios forestales de los últimos años, achacados en gran parte a la deforestación, pero el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha sugerido que las ONG pueden estar detrás de ese desastre ambiental.
La insinuación del líder de la ultraderecha ha surgido en momentos en que densas nubes de humo provenientes de la Amazonía se extienden sobre importantes ciudades del mayor pulmón vegetal del planeta y hasta llegan a enormes centros urbanos, como la ciudad de Sao Paulo. Los datos son confusos, pero ni siquiera Bolsonaro pone en duda que la Amazonía está en llamas.
Según el estatal Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE), que contabiliza los incendios mediante imágenes de satélite, los focos de fuego en todo el país en lo que va de este año superan en un 83 % a los del mismo período de 2018.
En un informe difundido este martes, el INPE precisó que entre el 1 de enero y el 18 de agosto ha registrado 71 497 focos de incendio en el país y que un 52,5 % se sitúan en la región amazónica.
El Ministerio del Medio Ambiente ha atribuido esa situación a una vasta sequía en las regiones norte y centro oeste del país, pero las organizaciones defensoras de la Amazonía tienen otra opinión.
Muchos grupos ecologistas sostienen que las llamas son producto de la acción del hombre y, en particular, de hacendados alentados por la intención de Bolsonaro de avanzar en la explotación de la región amazónica en los flancos de la minería y la agropecuaria, que ya le ha causado fricciones con Alemania y Noruega.
Ambos países europeos colaboran financieramente desde hace años con la protección de la Amazonía, pero en las últimas semanas han congelado los recursos destinados a esos fines, alertas frente a las nuevas políticas del Gobierno brasileño.
Aun cuando se sospecha que los incendios responden a una cada vez más agresiva deforestación, Bolsonaro ha sugerido que ciertas ONG, que no identificó, podrían estar promoviendo los incendios con el objetivo político de arañar la imagen de su Gobierno. «Puede haber, sí, y no estoy afirmando, una acción criminal de esos 'oenegeros' para llamar la atención contra mi persona, contra el Gobierno de Brasil, y esa es la guerra que nosotros enfrentamos», ha declarado este miércoles Bolsonaro.
Para reforzar su tesis, recordó que su Gobierno ha «cortado el dinero público que iba para las ONG» que operan en la Amazonía con proyectos «supuestamente» volcados al cuidado del ecosistema.
«De esa forma, ese personal está sintiendo la falta de dinero», ha agregado el mandatario, quien apuntó que ahora la tarea de las autoridades es determinar si los incendios en el mayor pulmón del planeta han sido provocados.
«El crimen existe. Ahora, tenemos que hacer lo posible para que ese crimen no aumente», ha indicado Bolsonaro, quien insiste en que las ONG que operan en la Amazonía «representan intereses ajenos» a Brasil.
Incluso así, ha admitido que no hay ninguna investigación en curso y, en una aparente contradicción, dio a entender que sería «difícil» probar que la culpa es de grupos no gubernamentales, aunque sostuvo que esa es su percepción.
«El fuego aparece en lugares estratégicos. Hay imágenes de toda la Amazonía», ha dicho en relación a vídeos que circulan en la internet. «Por lo que todo indica, hubo quien fue para filmar y hacer fuego. Ese es mi sentimiento», ha apuntado.
Las preocupaciones por el medioambiente y la Amazonía parecen que se afincan en la sociedad brasileña, al menos a tenor de una encuesta presentada este miércoles por el grupo de acción ciudadana Avaaz.
Según ese sondeo, un 90 % de las personas que el año pasado votaron al líder de la ultraderecha respalda una petición que Avaaz presentó al Parlamento y en la que se exige la adopción de medidas legislativas para la protección de la Amazonía.
El presidente de la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara baja, Rodrigo Agostinho, quien recibió el documento, ha afirmado que «la sociedad no acepta más que se continúe ocupando el territorio de la misma forma en que hace 500 años, derrumbando las selvas».
Según Agostinho, «si hay deforestación, hay más desigualdad, se destruyen los derechos y se contaminan las aguas, y los brasileños quieren y precisan un futuro diferente».