Dieciséis palestinos, la mayoría de ellos jóvenes, murieron este viernes en la Gran Marcha del Retorno organizada por Hamás en cinco puntos de la frontera entre Gaza e Israel, una tensa protesta con enfrentamientos en la que hubo cerca de 2.000 heridos.
Un centenar de tiradores israelíes apostados en el otro lado de la frontera controló durante toda la jornada que los miles de palestinos que se manifestaban no se acercasen a la zona prohibida.
Para evitarlo, emplearon gas lacrimógeno y otros medios de dispersión de masas, y también munición real.
Según el Ejército, 17.000 personas acudieron a la convocatoria de los islamistas, apoyada por otras facciones y por el presidente palestino Mahmud Abás, que los organizadores habían asegurado que sería pacífica, pero que en varios puntos derivó en lanzamiento de piedras y neumáticos ardiendo que fue reprimido por los soldados.
Observadores locales y testigos elevan a alrededor de 40.000 el número de participantes, que fueron llegando a lo largo de la mañana a los principales puntos de convocatoria: Rafah y Kan Younis en el sur, El Bureij y este de Gaza capital en el centro, y Yabalia en la zona norte.
Los manifestantes, ondeando banderas palestinas y cantando eslóganes nacionalistas, se fueron acercando a la valla de seguridad que separa Gaza de Israel y superaron la límite de seguridad de 700 metros de distancia que habían programado los organizadores, con lo que la tensión fue en aumento.
El Ejército israelí aseguró que lanzaron contra las tropas «bombas incendiarias, piedras y neumáticos en llamas» y que estas, en respuesta, «usaron medios de dispersión y disparos contra los principales instigadores».
Ya a primeras horas de la mañana, un tanque israelí disparó sobre un palestino que estaba cerca de la valla causándole la muerte. Según fuentes palestinas, se trataba de un agricultor que se acercó a sus tierras.
Más tarde, los enfrentamientos en la frontera fueron dejando un reguero de víctimas, que ascendía a media tarde a doce muertos y 1.100 heridos, incluidos varios cientos por inhalación de gas lacrimógeno, según cifras del Ministerio de Salud palestino.
Israel había advertido a los gazatíes de que no vulnerasen la valla de seguridad ni se acercasen a ella durante las protestas, lanzando cuartillas desde aviones, a través de medios sociales y con declaraciones a medios de comunicación.
Este viernes, el Ejército apostó batallones de infantería adicionales en las inmediaciones de la verja y cerró los accesos a los puntos adyacentes a la Franja, que declaró zona militar cerrada y donde apostó tropas para impedir el paso a los civiles.
El jefe del Estado Mayor, Gadi Eisenkot, estuvo personalmente al frente de la operación, ante el riesgo de escalada en la zona.
Además, la Policía de Fronteras y la Nacional enviaron refuerzos al sur del país para actuar como segunda línea de defensa en caso de que hubiera palestinos que lograsen pasar la valla y a los soldados, según pudo constatar Efe.
Esta semana, los organizadores montaron grandes tiendas de campaña a unos 700 metros de la frontera para la Gran Marcha del Retorno, con la intención de iniciarla este viernes y mantener la presencia de cientos de personas hasta el 15 de mayo, conmemoración de la Nakba (Catástrofe), que marca el inicio de la desposesión y exilio palestino tras la creación del Estado de Israel, en 1948.
Según la ONU, unos 1,3 millones de gazatíes, de los dos millones que habitan la Franja, son refugiados o descendientes de refugiados.
Esta marcha de protesta es, aseguró este viernes el líder del ala política de Hamás, Ismail Haniye, «un mensaje a (el presidente estadounidense Donald) Trump y a de todos los que apoyan su decisión (de reconocer Jerusalén como capital de Israel) de que no se hacen concesiones en Jerusalén, no hay una alternativa a Palestina y no hay otra solución que el retorno» de los refugiados.
El secretario general de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Saeb Erekat, señaló: «Lloramos a los mártires de nuestro gran pueblo y les decimos a sus familias que nuestro pueblo no se rendirá. La conciencia global deberá reconocer que la historia está en último lugar de lado de los derechos de los pueblos, y la tierra es el corazón de estos».