Un equipo de científicos de la Universidad de Leicester han logrado cerrar el caso forense más famoso de Gran Bretaña. Dos años después del descubrimiento de un esqueleto en un aparcamiento, los estudios han concluido que hay «más de un 99,999 por ciento» de seguridad de que se trata del rey Ricardo III, que murió en la batalla de Bosworth en 1485.
«Incluso con nuestro análisis conservador, la evidencia de que estos son los restos de Ricardo III es abrumadora. Se cierra así un caso de más de 500 años», ha señalado el líder del proyecto, que ha sido publicado en 'Nature Communications', Turi King.
El análisis de ADN que se le ha realizado al esqueleto ha mostrado que sus genes mitocondriales heredados -heredados por descendencia materna- también están presentes en dos de los familiares de Ricardo III que viven hoy en día: Wendy Duldig y Michael Ibsen. Por su parte, el realizado a los cromosomas Y -heredados por descendencia paterna- no se han podido cotejar.
Sin embargo, los investigadores de Leicester señalan que esto no invalida su conclusión, ya que una cadena de sucesión masculina con 19 enlaces es bastante probable que se rompa como resultado de un adulterio insospechado.
Debido a que Ricardo III no tenía hijos, la investigación genealógica tenía que trabajar hacia atrás en el tiempo. En el caso masculino se han remontado a cuatro generaciones de Eduardo III (1312-1377), antes de pasar a los descendientes vivos. «La ruptura de la línea de cromosoma Y no es demasiado sorprendente, dada la no paternidad, pero sí plantea preguntas especulativas interesantes sobre la sucesión», ha indicado otro de los autores, Kevin Schürer.
No hay manera de saber en qué momento se produce la ruptura en los 19 eslabones de la cadena, pero el vínculo entre Eduardo III y su hijo Juan de Gante, el padre de Enrique IV, sería el más significativo. «Si Juan de Gante, no era en realidad el hijo de Eduardo III, podría decirse que Enrique IV no tenía derecho al trono y por lo tanto tampoco Enrique V, Enrique VI e indirectamente los Tudor», ha apuntado Schürer.
La otra evidencia usada en el análisis incluye la edad de la muerte estimada del esqueleto (30 años), sus heridas de batalla y la escoliosis de la columna vertebral. Relatos de la época dicen que Ricardo III tenía un hombro más alto que el otro.