Ucrania, escenario de protestas indefinidas contra la renuncia del Gobierno a asociarse con la Unión Europea, ha vuelto a partirse en dos mitades, entre partidarios de Rusia y de Occidente. «Como padre, no puedo dejar a una familia sin pan. Sería deshonesto e injusto si no me preocupara por la gente más indefensa, sobre la que puede recaer la carga del período de transición», afirmó el presidente, Víctor Yanukóvich, en un discurso dirigido al pueblo ucraniano.
De esa forma, justificó su decisión de negarse en el último momento a firmar el Acuerdo de Asociación con los Veintiocho esta semana en Vilna, lo que ha provocado la indignación de la oposición, la decepción de la UE y la satisfacción del Kremlin. El mandatario ucraniano estimó en «millones» a las personas que podrían quedarse sin trabajo si «debido a las presiones» y tras la firma de dicho acuerdo con los Veintiocho se hubiera paralizado la industria nacional.
Amenazas
Y es que el presidente ruso, Vladímir Putin, amenazó con imponer barreras al comercio para proteger su mercado en caso de que Ucrania firmara el documento, lo que hubiera supuesto para el país unas perdidas estimadas por Kiev en 500.000 millones de dólares.
La encarcelada exprimera ministra y líder de la oposición ucraniana, Yulia Timoshenko, se declaró en huelga de hambre «en protesta contra el cínico y mísero comportamiento del Gobierno» y llamó a Yanukóvich a recapacitar.
Inmediatamente, el partido Batkivschina, encabezado desde la cárcel por Timoshenko, exigió a las autoridades la liberación de la opositora y que «cumplan con la exigencia de nuestra líder y de millones de ucranianos y firmen el Acuerdo de Asociación de la UE».