El Nobel de Medicina 2012 fue otorgado ayer al británico John B. Gurdon y al japonés Shinya Yamanaka, que han demostrado que las células adultas pueden ser reprogramadas para desarrollar cualquier tipo de tejido.
Sus hallazgos han proporcionado nuevas herramientas para el estudio de enfermedades y el desarrollo de métodos para el diagnóstico y la terapia.
Gurdon (1933), formado en la Universidad de Oxford (Reino Unido) y en el Instituto de Tecnología de California (EEUU), fue el precursor que puso en entredicho el dogma de que las células adultas especializadas eran irreversibles.
Un embrión está formado por células madre pluripotentes inducidas (iPS), capaces de desarrollar todos los tipos de células que componen un organismo adulto, las células adultas especializadas, en una evolución que se consideraba unidireccional.
Pero el científico británico pensó que el genoma de estas células adultas debía contener aún la información genética necesaria para evolucionar en cualquier tipo de célula, y así lo demostró en 1962, tras experimentar con cigotos de ranas.
Escepticismo
A pesar del escepticismo con que fue recibido, su hallazgo acabó siendo admitido al ser confirmado por otros científicos, y posibilitó una intensa investigación que permitiría entre otras cosas la clonación de animales.
Pero su experimento implicaba la extracción de núcleos de células para introducirlas en otras y dejaba en el aire la pregunta de si sería posible convertir una célula adulta intacta en una célula madre.
Más de cuarenta años después, Yamanaka (Osaka, 1962), formado en Japón y en EEUU, fue capaz de resolver ese interrogante a partir de células madre embrionarias.
Yamanaka y su equipo de la Universidad de Tokio encontraron finalmente en 2006 una combinación que funcionaba: introduciendo cuatro genes juntos, podían reprogramar fibroblastos —células residentes del tejido conectivo que sintetizan fibras y mantienen la matriz extracelular del tejido de muchos animales— en iPS.
Las células resultantes podían convertirse en células nerviosas o intestinales, demostró Yamanaka.