Pese a sus promesas de cambio y al aumento de la presión internacional, el régimen sirio sumió ayer de nuevo al país en un baño de sangre con la muerte de al menos dieciséis personas, la mayoría en la provincia de Homs.
Los recientes llamamientos para que se detenga la violencia parecen no haber hecho mella en el presidente sirio, Bachar al Asad, que un día más continuó con su ofensiva militar y su campaña de arrestos a opositores, que ayer se saldó con cerca de 300 detenidos.
Un portavoz del grupo opositor sirio Comités de Coordinación Local, Hozam Ibrahim, dijo que al menos dieciséis personas fallecieron por disparos de las fuerzas de seguridad en varias zonas de Siria.
Decenas de heridos
En esa jornada, la ofensiva se centró en la ciudad de Ksir, en la provincia de Homs, donde irrumpieron las fuerzas de seguridad y causaron la muerte de doce personas, entre ellas una mujer y su hijo, así como decenas de heridos.
«Las tropas del Ejército cercaron todos los accesos a Ksir para facilitar la entrada en la ciudad de las fuerzas de seguridad, que dispararon indiscriminadamente contra todo aquel que se encontraba en la calle», denunció Ibrahim.
La ciudad fue también objeto de una vasta campaña de arrestos que incluyó a varias personalidades de la localidad.
Después de estos atropellos, el Ejército, los shabiha (matones del régimen) y las fuerzas de seguridad se retiraron de Ksir y dejaron escritos en los muros lemas de alabanza a Al Asad.
Estas pintadas también recogen amenazas contra la población, ya que anuncian un regreso de las tropas a la ciudad si se celebran nuevas manifestaciones.
El activista de los Comités señaló que este ataque se enmarca en la campaña que lleva a cabo el régimen de Al Asad «de aldea en aldea para poner fin a las manifestaciones», que comenzaron el pasado mes de marzo y se han saldado ya con más de 2.000 víctimas.
Esta campaña de represión tuvo lugar un día después de que el Gobierno se comprometiera a seguir con las reformas.