Grecia volvió a vivir ayer una nueva huelga general y episodios de violencia frente al Parlamento de Atenas, donde se inició el debate previo a la crucial votación mañana (hoy) de unas nuevas y duras medidas de austeridad con el fin de esquivar la bancarrota del país.
Fuentes policiales informaron de veinticuatro heridos leves, de ellos 21 policías, 22 detenidos y daños materiales de diversa índole durante las protestas callejeras de en la capital griega, pero los medios locales aseguran que el número de lesionados es mucho mayor.
Mientras, en el Parlamento, la Comisión de Finanzas aprobó la ley marco que acompaña al impopular paquete de medidas de austeridad y privatizaciones por valor de 78.000 millones de euros, cuya votación se prevé para mañana.
Los diputados de la mayoría gubernamental socialista aprobaron el proyecto de ley, mientras que la oposición al completo lo rechazó, en un resultado que bien podría ser el preámbulo de lo que puede ocurrir mañana.
Sin plan B
No hay plan B para Grecia, así que más le vale al Parlamento heleno aprobar el plan de ajuste que le garantizará la ayuda europea. De hecho, si los diputados griegos no aceptan el recorte de 28.000 millones de euros, la única alternativa es la «catástrofe», en palabras de José Manuel Durao Barroso. A las advertencias de Barroso se han unido las del comisario de Asuntos Económicas, Olli Rehn, que ha insistido en que «no hay plan B», y las del presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, que ha apelado a la «responsabilidad».