Pese a las críticas de la comunidad internacional, el presidente sirio, Bachar el Asad, sigue usando la fuerza contra su pueblo. Al menos cuatro personas murieron y varias resultaron heridas ayer a manos de las fuerzas del orden en la ciudad costera de Jableh, cerca de Latakia (principal puerto de Siria, en el noroeste), según un defensor de derechos humanos, mientras que otras fuentes hablan de seis muertos.
Según un médico citado por Al Yazira, un joven identificado como Abdel Menem Ebied murió a causa de un tiro en la cabeza. El citado médico habló además de cinco heridos.
La situación es muy complicada en la ciudad, donde civiles desarmados, entre ellos mujeres y niños, están siendo atacados de forma indiscriminada por las fuerzas del orden, matones (los temidos Shabiha) y francotiradores, aseguró el citado testigo.
En la mezquita
Al parecer, tras la visita del nuevo gobernador de la región -que se reunió con dignatarios en la mezquita-, las fuerzas del orden cercaron la ciudad y comenzaron a disparar. El médico aseguró que no se estaban celebrando manifestaciones ni protestas.
Según el grupo la Revolución Siria contra Bachar al Asad, tres personas fallecieron cuando salían de la mezquita.
Poco antes de que se conociese la existencia de víctimas mortales, unos 3.000 habitantes de Banias (una ciudad situada a 50 kilómetros de Latakia) organizaron por solidaridad una sentada en la carretera que une el puerto sirio con Damasco, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
Mientras tanto, en Homs -ciudad donde se ha trasladado el centro de las protestas, en el centro del país- las fuerzas de seguridad arrestaron a Mansour al-Ali, una prominente figura de la gobernante minoría alauí, después de que criticase los disparos de las fuerzas de seguridad contra los manifestantes que pedían cambios democráticos.
En los últimos días, los servicios de seguridad han hecho redadas en numerosas ciudades, arrestando a militantes hostiles al régimen, según afirman miembros de la oposición y testigos.