El juicio por el accidente del Concorde de Air France comienza mañana en Francia, casi diez años después de que el avión supersónico se estrellara minutos después de despegar del aeropuerto Roissy-Charles de Gaulle y murieran 113 personas.
La aerolínea Continental Airlines, propietaria de un avión que minutos antes del accidente había perdido una lámina de titanio en la pista, y cinco personas físicas se sentarán en el banquillo de los acusados en el Tribunal Correccional de Pontoise, a las afueras de París, acusados de «homicidios involuntarios» en un juicio que durará unos cuatro meses.
El Concorde despegó el 25 de julio de 2000 con destino a Nueva York con cien pasajeros a bordo, la mayoría de ellos alemanes, y nueve miembros de la tripulación.
Un incendio se declaró en una de sus alas y, minutos después de levantar el vuelo, el aparato supersónico se estrelló sobre un hotel de la localidad de Gonesse, vecina del aeropuerto. Murieron todos los ocupantes del avión y cuatro personas que estaban en tierra.
Dieciocho meses de pesquisas dirigidas por la Oficina de Investigación y Análisis (BEA) concluyeron que el accidente se debió a que el avión atropelló durante la maniobra de despegue la lámina metálica de 4,5 kilogramos de peso perdida minutos antes por un DC-10 de Continental.
Uno de los neumáticos del Concorde estalló y sus restos perforaron uno de sus depósitos, que se incendió.
El avión voló durante varios minutos con llamas en un ala, hasta que los pilotos, que pretendieron hacer un aterrizaje de emergencia en el vecino aeropuerto de Le Bourget, perdieron el control.
Tras ocho meses de instrucción, el caso llega a los tribunales con una acusación para Continental y para cinco personas físicas.
Se trata de John Taylor, un trabajador de la aerolínea estadounidense acusado de no haber fijado convenientemente la lámina que se desprendió del DC-10. Stanley Ford, su superior jerárquico, validó el trabajo pese a no estar bien hecho.
Otras tres personas se sientan en el banquillo por haber subestimado la gravedad de otros incidentes anteriores sucedidos con el Concorde, en particular la incidencia de los pinchazos de sus neumáticos en los depósitos de carburante.
Se trata de Henri Perrier, que fue director del programa Concorde entre 1978 y 1994, Jacques Hérubel, ingeniero de Aerospatiale, uno de los constructores del aparato, y Claude Frantzen, que supervisó este avión por cuenta de la Dirección General de Aviación Civil.