El presidente de Polonia, Lech Kaczynski, firmó ayer en Varsovia el Tratado de Lisboa, con lo que se salva el penúltimo obstáculo para su entrada en vigor, pendiente ahora de la rúbrica por parte del máximo mandatario de la República Checa, Vaclav Klaus, conocido por su euroescepticismo. Kaczynski suscribió el documento en un acto en el que estuvo acompañado por los presidentes de la Comisión y del Parlamento Europeo, Jose Manuel Durao Barroso y Jerzy Buzek, y del presidente de turno de la UE.
Con esta rúbrica, Kaczynski pone fin a más de un año de oposición al documento y sube finalmente a Polonia al tren de la construcción europea, del que ya sólo la República Checa queda al margen como único país que no ha completado el proceso de ratificación.
El Tratado «mejora» el funcionamiento de las instituciones comunitarias, señaló Lech Kaczynski, que cumplió así su anuncio de ratificar el texto sólo después de que Irlanda lo aceptase en referéndum, algo lo que sucedía la pasada semana, cuando cerca del 70 por ciento irlandeses votaron a favor de la Carta. Tras la decisión de Irlanda «ya no había obstáculo para ratificarlo», añadió el jefe del Estado polaco, quien subrayó que a pesar de todo «Polonia es y seguirá siendo un país soberano».
«Durante la negociación del Tratado de Lisboa, Polonia ha logrado grandes éxitos», destacó Kaczynski, recordando los esfuerzos del anterior gobierno dirigido por su hermano gemelo, Jaroslaw Kaczynski, para «defender los intereses polacos» en Lisboa y Bruselas. Lech Kaczynski aprovechó su intervención para pedir que la UE, «un gran experimento en la historia de la humanidad», se abra a otros países, especialmente a «Ucrania y Georgia», una de las clásicas pretensiones de la diplomacia polaca.