AGENCIAS-WASHINGTON/NUEVA YORK
El presidente de EEUU, Barack Obama, insistió ayer en que cerrará el penal de su base naval en Guantánamo (Cuba), pese a que el Congreso le ha negado los fondos para hacerlo, y afirmó que podría mantener a algunos detenidos indefinidamente presos en suelo estadounidense.
«La prisión de Guantánamo ha debilitado la seguridad nacional de Estados Unidos. Es una arenga para nuestros enemigos», dijo Obama en un intento de refutar los argumentos de los republicanos para mantener la cárcel abierta. «La cerraremos», prometió el presidente en un discurso en los Archivos Nacionales, un edificio emblemático donde se preservan los documentos más importantes de Estados Unidos, incluida la Constitución.
Inmediatamente después de su intervención, el ex vicepresidente Dick Cheney, que se ha convertido en la principal voz de la oposición, alertó de que «traer terroristas que son lo peor de lo peor a Estados Unidos sería un gran peligro y un motivo de arrepentimiento durante años».
Las palabras de Cheney han tenido eco incluso entre los líderes demócratas en el Congreso de EEUU, que el miércoles negaron al presidente los 80 millones de dólares que había pedido para clausurar la cárcel.
En su discurso, Obama reveló que sopesa crear un sistema legal que permita el encarcelamiento «prolongado» de algunos detenidos para prevenir que ataquen a Estados Unidos en el futuro.
Obama rechazó ayer la creación de una comisión para investigar los abusos cometidos en la guerra contra el terrorismo por la Administración de George W. Bush, si bien se mostró muy crítico con el uso de la técnica del 'ahogamiento simulado' y en general con el centro de detención de Guantánamo. Asimismo, lamentó que su Gobierno tenga que estar «limpiando el caos» dejado por el Ejecutivo anterior.
Obama opinó que las «instituciones democráticas» norteamericanas son «lo suficientemente sólidas para extraer responsabilidades». «El Congreso puede estudiar los abusos a nuestros valores, y habrá investigaciones por parte del Congreso. El Departamento de Justicia y nuestros tribunales pueden trabajar sin descanso y castigar cualquier violación de nuestras leyes», afirmó.
Cheney, por su parte, rebatió la postura del presidente y denunció su «temeridad encubierta de rectitud». El ex vicepresidente se declaró «firme defensor» del programa de interrogatorios del anterior gobierno, que incluyeron la asfixia simulada, al considerarlos «legales, esenciales, justificados, exitosos y correctos». «Nunca se permitió la tortura, y los métodos (de interrogatorio) se revisaron de forma cuidadosa desde el punto de vista legal antes de ser aprobados», dijo.