Los niños de Gaza volvieron ayer a la escuela para toparse con una realidad de aulas derruidas, pupitres rotos, libros destrozados y compañeros a los que ya nunca volverán a ver.
El regreso al colegio no sigue esta vez a unas vacaciones familiares, sino a la guerra más mortífera que ha vivido la franja palestina en los últimos cuarenta años y a una violencia que a los pequeños les costará mucho dejar atrás.
«Me he quedado alucinada cuando esta mañana volví clase y descubrí que mi compañera Cristina Al Torok ha sido asesinada durante la guerra», dijo a Dona Matta, una cristiana palestina de 16 años que volvió ayer, por primera vez en un mes, al colegio de la Sagrada Familia en Gaza capital.
Según ella, aunque ahora la guerra haya terminado, «la situación psicológica de la gente es muy mala, vamos a necesitar terapia mucho tiempo».
«Se pueden ver las marcas de las bombas en las paredes del colegio», asegura Mohamed Abu Jalala, de 15 años, en cuya escuela, Al Fakhoura, murieron hace poco más de una semana por un bombardeo israelí 55 palestinos que se habían refugiado dentro.
«Es muy duro para todos volver a este escenario. En mi clase hay cuatro niños que han sido asesinados, y otros diez más de otras clases están heridos en los hospitales», dice Mohamed, que se reconoce enfadado, triste y «lleno de odio hacia Israel por lo que nos ha hecho».
«Nadie perdonará a Israel los crímenes que ha cometido contra nosotros», asegura.
Los alumnos se cuentan unos a otros cómo han pasado las últimas semanas, dónde se han refugiado, las cosas terribles que han visto, cómo han encontrado sus casas, los familiares que han perdido, la ayuda que han llegado o no han llegado a recibir.
La casa de Amal Baker, de 17 años, está al lado del hospital de Shifa, el más importante, y los sonidos de las ambulancias, las bombas y los aviones de guerra le han impedido dormir durante casi un mes.