RAFAEL CAÑAS-BRUSELAS
La cumbre de la Unión Europea mostró ayer la unidad de los Veintisiete en tres importantes acuerdos clave para su futuro: el plan de reactivación económica, un ambicioso conjunto de medidas contra el cambio climático y la ratificación irlandesa del Tratado de Lisboa. Nicolás Sarkozy, presidente francés y de turno del Consejo Europeo, se erigió en triunfador de la cita al lograr cerrar los tres complicados asuntos por unanimidad sin recurrir a negociaciones dramáticas ni maratonianas.
Los jefes de Estado y de Gobierno tomaron «grandes decisiones» de alcance «histórico», afirmó Sarkozy en la conferencia de prensa que cerró la cumbre, en la que destacó la unanimidad que logra Europa cuando demuestra que tiene «ambición».
Los líderes comunitarios aprobaron el plan común para sacar a Europa de la crisis económica, que prevé inyectar 200.000 millones de euros (el equivalente al 1,5 por ciento del PIB comunitario). El plan prevé que la mayor parte de ese dinero, 170.000 millones, lo pongan los Estados miembros, mientras que los 30.000 millones restantes deben salir de las arcas comunitarias y del Banco Europeo de Inversiones.
El acuerdo fue posible después de que Alemania, el país más reticente y la mayor economía de la UE, obtuvo que cada país pueda elegir las medidas que considere adecuadas en función de su situación específica para incentivar la actividad. La canciller alemana, Angela Merkel, recalcó que su país «hará lo que pueda» para sacar a Europa de la crisis, y consideró que el plan «tendrá un impacto mayor en la creación de puestos de trabajo y en el crecimiento».
Sarkozy subrayó que hubo «acuerdo absoluto» entre los líderes comunitarios sobre la gravedad de la crisis económica, y recalcó que la Unión tomará «las medidas necesarias» contra la recesión. El acuerdo para luchar contra el cambio climático detalla las herramientas que usará la UE para cumplir sus compromisos de recortar las emisiones de dióxido de carbono (CO2) de la UE en un 20%, mejorar la eficiencia energética en otro 20% y que el 20% de la energía que consume proceda de fuentes renovables, todo ello para 2020.
La UE también mantiene su compromiso de que el 10% de los carburantes utilizados en el transporte sean renovables para 2020. El texto final recibió críticas por parte de las principales organizaciones ecologistas debido a que, en aras del compromiso, al final se ha permitido más flexibilidad a las industrias más contaminantes, a fin de reducir el riesgo de que se lleven sus plantas a países con normas ambientales más laxas.