La antorcha olímpica efectuó ayer un breve y tenso recorrido por el Tíbet, pocas horas después de que las autoridades chinas anunciaran la liberación de más de mil detenidos por las protestas de marzo pasado en esa región. El fuego olímpico efectuó así su segundo relevo en el Tíbet, escenario de las protestas de hace tres meses contra el Gobierno comunista chino, que desplegó numerosos efectivos de seguridad y recortó un trayecto amenazado por posibles protestas.
Un total de 156 portadores se sucedieron cada 30 segundos en el recorrido de 9'3 kilómetros en Lhasa que finalizó a las 10.45 hora local en el palacio de Potala, ex residencia del Dalai Lama, líder espiritual y político tibetano exiliado en la India desde 1959. Según la agencia oficial de noticias Xinhua, la mitad de los portadores eran de etnia tibetana y la otra mitad, china. El objetivo del régimen de Pekín era demostrar al mundo que el Tíbet es China.
Sin altercados
Los corresponsales trasladados al Tíbet, accesible para la ocasión tras ser cerrado al exterior después de las protestas, han señalado que el recorrido se produjo sin altercados. El relevo de ayer, en el que convergían la antorcha que el pasado 8 de mayo culminó por primera vez el Everest con la que realiza el recorrido principal, se produce pocas horas después de que Pekín anunciara la liberación de más de mil manifestantes tibetanos que participaron en las protestas del 10 marzo.
Ese día cientos de monjes budistas y civiles salieron a la calle para recordar el aniversario de la rebelión tibetana contra Pekín en 1959, que fue aplastada por el Ejército chino y acabó con la huida al exilio del Dalai Lama, pero la movilización degeneró en violencia y culminó el 14 de marzo con los peores disturbios que ha vivido la región en décadas.
Organizaciones como Amnistía Internacional pidieron hace apenas dos días cuentas a Pekín sobre los detenidos en marzo. Palma Trily, vicepresidente ejecutivo de la región autónoma, informó ayer de la liberación de 1.157 detenidos por «delitos menores», pero dijo que otros 12 habían sido condenados por protagonizar incendios, robos y asaltos a entidades estatales.
El número total de condenados por esas protestas asciende con estas últimas sentencias a 42, y 116 siguen a la espera de juicio. Pekín sostiene que una veintena de civiles murieron a manos de tibetanos violentos en marzo, mientras que el gobierno tibetano en el exilio cifra en 140 los muertos por la posterior represión china.