Los combates protagonizados por las milicias fieles al clérigo chií Muqtada al Sadr, que han retomado las armas tras meses de relativa calma, han puesto en jaque al Gobierno de Nuri al Maliki, que amenaza con graves castigos si no deponen su actitud.
Para evitar la generalización de los enfrentamientos, el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, dio ayer un ultimátum a la milicia para que deponga las armas antes de 72 horas, si no quiere que se le apliquen «graves castigos».
Estos choques tienen lugar casi un año después de que Al Sadr anunciara unilateralmente un cese de las hostilidades de seis meses, que renovó el pasado febrero, con el objetivo, supuestamente, de dar una oportunidad al Gobierno para acabar con la violencia sectaria. La medida tomada por el clérigo chií fue considerada uno de los principales factores que contribuyó a la disminución de la violencia en el país que a finales de 2007 volvió a los niveles anteriores al estallido de la violencia sectaria en febrero de 2006 y que llevó al país al borde de la guerra civil.
Los enfrentamientos, comenzaron al parecer tras el lanzamiento de una operación de seguridad en Basora y coincidiendo con la visita del primer ministro a la ciudad.
A la tensa situación, hay que sumar la llamada realizada por Sadr a sus seguidores a la desobediencia civil, en protesta por la política del Gobierno, al que acusa de querer desarmar a sus milicias. Esta situación podría poner en peligro la frágil estabilidad conseguida gracias a la aplicación del plan de seguridad «Aplicamos la Ley», lanzado por al Maliki en febrero de 2007.