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Pekín y la disidencia tibetana ofrecen versiones dispares sobre el conflicto

El Gobierno anuncia la entrega voluntaria de 105 manifestantes

OTR PRESS-PEKÍN
Un mismo conflicto, pero dos versiones distintas. A las diferentes cifras de víctimas mortales en el Tibet aludidas por el Gobierno de la región en el exilio y por el de Pekín, se añadieron nuevas discrepancias en relación a las entregas voluntarias de los manifestantes.

Las autoridades chinas habían dado un ultimátum a los participantes en las protestas para que se rindiesen a cambio de amnistía o, en cambio, enfrentarse a una política de «tolerancia cero».

Una vez concluido el plazo, el Ejecutivo subrayó que 105 personas ya se han entregado, aunque las voces de la disidencia y las organizaciones de Derechos Humanos precisan que se siguen produciendo arrestos forzosos. Una situación que contrasta también con la versión oficial de que en Lhasa la situación «se encuentra bajo control».

El vicepresidente del Gobierno regional, Baema Chilain, indicó que 105 manifestantes se entregaron a la Policía, por estar «directamente implicados en los destrozos, saqueos e incendios». Algunos de ellos, eso sí, según la versión oficial, incluso devolvieron también el dinero sustraído, con lo que se demostraría que el mensaje de las autoridades de ofrecer amnistía a cambio de rendición y chivatazos ha funcionado. Los monasterios de Deprung, Sera y Ganden permanecen sitiados desde hace nueve días, lo que ha mermado las condiciones de vida y suministros de los monjes encerrados. En el exilio de la India, concretamente en la ciudad de Dharamsala, el Dalai Lama se reunió con los grupos de protesta, a quienes «explicó sus sentimientos y que quizá es hora de considerar la cuestión a largo plazo», según un portavoz del líder religioso, Chhime Chhoekyapa.

La comunidad internacional insiste en el diálogo como instrumento y la solución podría pasar por un hipotético encuentro entre el Dalai Lama y algún dirigente de Pekín, algo que no parece del todo improbable a tenor de las palabras del primer ministro británico, Gordon Brown.

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