Un ataque suicida a sólo un kilómetro de la residencia del presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, costó ayer la vida a siete personas, lo que eleva a 596 el número de muertos en la ola de atentados que sufre el país este año.
El agresor, que iba a pie, hizo estallar los explosivos que llevaba en la zona de Karchehri Chowk, situada a apenas un kilómetro de la Casa del Ejército, la residencia destinada al jefe de las Fuerzas Armadas, cargo que ocupa el propio Musharraf.
Según una fuente de la Policía de Rawalpindi, el suicida detonó su carga en un puesto de control cuando los agentes, que sospecharon de él, le ordenaron someterse a un registro. La explosión mató a siete personas, tres de ellas policías, e hirió a otras 14, entre ellas mujeres y niños que viajaban en una furgoneta que transitaba por el lugar del atentado, añadió la misma fuente.
Los heridos fueron trasladados a un hospital militar, mientras que la zona era acordonada. Pese a la proximidad de la residencia del general Musharraf, el secretario de Interior, Kamal Shah, mantuvo que el objetivo del suicida eran los policías del puesto de control, la mayoría de las cuales están entre las bajas causadas.
El ministro paquistaní de Ferrocarriles, Rashid Ahmed, dijo por su parte que el Gobierno tenía indicios de que «tres terroristas habían entrado en el territorio de Rawalpindi», muy cerca de Islamabad. «Esa era la razón principal de la alerta máxima declarada hoy en las dos ciudades gemelas», Rawalpindi e Islamabad, aseguró.
Pakistán padece este año una ola de atentados, la mayoría perpetrados por suicidas, que se incrementaron después del asalto del Ejército a la Mezquita Roja de Islamabad, considerada un feudo de radicales islámicos, en julio pasado.
Con las víctimas de ayer, son 596 personas las fallecidas en los 40 atentados registrados en el país desde principios de año. El más sangriento ocurrió en Karachi el pasado día 18, horas después de regresar al país la principal líder de la oposición, Benazir Bhutto, tras ocho años y medio de exilio.