Los talibanes liberaron ayer a los últimos siete rehenes surcoreanos que mantenían secuestrados, lo que ha puesto punto final a una pesadilla de casi un mes y medio que ha concluido después de que Seúl se comprometiera a acelerar la retirada de sus tropas de Afganistán.
Los secuestradores pusieron ayer a disposición de líderes tribales afganos a sus últimos rehenes, tres hombres y cuatro mujeres que, como sus compañeros, pasaron luego a disposición de delegados del Comité Internacional de la Cruz Roja (ICRC) en la ciudad oriental de Ghazni.
Fue allí donde en las últimas semanas se han desarrollado las negociaciones que han permitido el final del secuestro de los surcoreanos, todos ellos misioneros cristianos, que han permanecido 43 días en manos del grupo insurgente.
En el momento de ponerlos en libertad, los talibanes entregaron una carta a los últimos rehenes para que se la hicieran llegar al Gobierno surcoreano, al que criticaron por su apoyo «a la guerra americana» en Afganistán, según el texto de la misiva.
Misiva
En el mensaje, los secuestradores afirmaron que los doscientos soldados que Corea del Sur mantiene en Afganistán tenían como objetivo «asesinar a la población».
«Lo que es más peligroso, fuentes cristianas enviaron a misioneros para cambiar la religión de nuestro país», añadían los secuestradores.
«Nuestro pueblo está preparado para sacrificar todo por mantener nuestra religión, en la que la conversión está estrictamente prohibida», agregaron, antes de asegurar que ésa fue la razón que les llevó a capturar a los surcoreanos, voluntarios de una iglesia evangélica.
Los misioneros fueron secuestrados el 19 de julio en la provincia oriental de Ghazni cuando viajaban en autobús por la peligrosa ruta que une Kabul con la ciudad meridional de Kandahar, considerada tradicionalmente como el feudo de los talibanes.
A los seis días, los rebeldes ejecutaron a tiros al líder del grupo, Bae Hyung-kyu, un pastor evangélico de 42 años, y el 30 de julio asesinaron a otro rehén, Shing Sun-min, de 29 años.
En la carta, los secuestradores aseguraron que ambos fueron asesinados «por la tozudez de los americanos y la despreocupación del Gobierno de (Hamid) Karzai, porque no quisieron negociar pese a que les dimos tiempo».
Los talibanes habían reclamado la excarcelación de varios presos rebeldes a cambio de los rehenes, algo a lo que el Gobierno afgano se negó, aunque afirmó que intentaría su liberación por todos los medios «dentro del respeto a las leyes y la Constitución» de Afganistán.
Tras el asesinato de los dos rehenes, el Gobierno surcoreano emprendió negociaciones directas con los secuestradores en Ghazni con la mediación de algunos líderes tribales y del CICR, lo que llevó a que, a mediados de este mes, los talibanes liberaran a dos surcoreanas que se encontraban enfermas.
Según los insurgentes, durante el cautiverio los rehenes han sido «bien tratados": «Hicimos todo lo posible para que estuvieran cómodos», asegura el mensaje entregado a los surcoreanos, que añade que los talibanes no tienen «ningún sentimiento negativo» contra Corea del Sur.
A cambio de la puesta en libertad de todos los secuestrados, Seúl accedió a acelerar la retirada de los doscientos hombres que mantiene en Afganistán, dedicados a labores de reconstrucción.