Al menos 15 personas murieron ayer y decenas resultaron heridas en un atentado suicida en las cercanías de la Mezquita Roja de Islamabad, donde la Policía cargó contra cientos de estudiantes radicales que protestaban contra el Gobierno paquistaní en el día de la reapertura del centro.
Según una fuente policial de Islamabad, el objetivo del ataque era un contingente policial desplegado para controlar a los estudiantes, que habían logrado tomar la Mezquita Roja en el día de oración y reclamaban la vuelta de su líder radical y el retorno sus principios integristas.
El ataque se produjo junto a un grupo de policías que se encontraban en el exterior del Hotel Muzzafar, próximo a un mercado y a medio kilómetro de la mezquita, muchas de las decenas de heridos son agentes, según la fuente.
La Policía reconoció la relación entre el ataque suicida, el segundo registrado en la capital en dos semanas, y el asalto llevado a cabo por el Ejército contra la Mezquita Roja durante la madrugada del 10 al 11 de julio.
La mezquita, regida por integristas que propugnaba la ley islámica en Pakistán, fue tomada por el Ejército en una operación -llamada «Silencio"- en la que al menos un centenar de personas perdieron la vida.
Tras pintar con tonos blanquecinos los muros de la mezquita, el Gobierno permitió ayer la celebración de las tradicionales plegarias del viernes, que fueron suspendidas por acción de cientos de estudiantes que protestaban contra el presidente, Pervez Musharraf.
Aunque la Policía no intervino contra las protestas en un primer momento, más tarde inició cargas con gases lacrimógenos, después de que los estudiantes radicales dijeran por los altavoces del interior del recinto que habían tomado el control de la mezquita y que no permitirían la vuelta del Gobierno.
Los estudiantes, seguidores del clérigo radical Rashid Ghazi -que pereció en el asalto del pasado día 11-, habían impedido previamente que el nuevo líder nombrado por el Gobierno, Ashfaq Ahmed, iniciara las oraciones.
Entre cánticos contra Musharraf, los estudiantes reclamaron por los altavoces la entrega de los cuerpos de la madre y el hijo de Ghazi -cuyos cadáveres el Gobierno dice ser incapaz de identificar- así como la liberación de su hermano, Abdul Aziz, que afronta una acusación por terrorismo.