NAMIR SOBHI
Tres años después del comienzo de la invasión estadounidense de
Irak, los iraquíes de a pie concentran sus esfuerzos en sobrevivir
al día a día, en un país donde las necesidades básicas se han
convertido en su prioridad.
Los cortes de luz, la falta de combustible, las explosiones y las operaciones militares, especialmente en Bagdad, han hecho que para muchos la vida se parezca más a una pesadilla que a los sueños que albergaban antes de la guerra. «Injusticia, opresión y miedo así es nuestra vida ahora. Además, el problema es que antes de que empezara la guerra sabías quién era tu enemigo, pero ahora ya no lo sabes», asegura Shahla, madre de cuatro hijos.
Su marido, Sarmad Safá, de 43 años, recuerda la madrugada en la que comenzó el bombardeo de las tropas aliadas: «estaba en mi casa en la calle Palestina, durante el bombardeo reventaron varias ventanas y mis hijos comenzaron a llorar». Safá explica que su mujer le reprochó no haber abandonado la casa y no haber huido a otra provincia más tranquila, como habían hecho otros (iraquíes) que vivían en su misma situación.
Sin embargo, los recuerdos de los iraquíes no han llegado a las calles, donde no se ha organizado ninguna manifestación ni a favor ni en contra de la presencia de tropas extranjeras en Irak.
La comunidad chií, mayoritaria en Irak, está más preocupada en la celebración en la ciudad de Kerbala, 110 kilómetros al sur de Bagdad, de una de las festividades que conmemoran la muerte violenta en el siglo VII del Imam Husein, nieto del profeta e hijo del cuarto califa musulmán, Ali.
La única reacción al tercer aniversario de la invasión salió de la Comisión de Ulemas Musulmanes (CUM), que representa a los suníes, y cuyo portavoz, Abdulsalam al Kobeisi, criticó la ofensiva militar estadounidense en Samarra, al norte de Bagdad, y exigió la retirada paulatina de los «ocupantes» de Irak.
También pidió que las «tropas de ocupación indemnicen a los iraquíes económica y moralmente por las graves consecuencias que han sufrido».
Al menos 60 supuestos rebeldes han sido detenidos en la «Operación Enjambre» en Samarra, iniciada hace cinco días y que coincide con la puesta en marcha de un plan de seguridad destinado a evitar eventuales ataques durante el aniversario de la guerra y la festividad chií.
Esta ofensiva comenzó tres semanas después del atentado que destruyó un mausoleo chií en esa ciudad y originó una oleada de violencia sectaria entre chiíes y suníes. En estas circunstancias, los distintos grupos chiíes, suníes y kurdos siguen sin conseguir un acuerdo para la formación de un Gobierno de unidad nacional más de tres meses después de las elecciones de diciembre. Salim Abdala, parlamentario del suní Frente del Consenso iraquí, atribuyó la falta de acuerdo a «la diversidad étnica y al sectarismo que apareció tras la invasión que condujo al país al caos». La jornada de no fue una excepción en cuanto a violencia, murieron cuatro policías en el centro de Bagdad y se hallaron nueve cadáveres.