IGNACIO ORTEGA-MOSCÚ
Un ataque de la guerrilla islámica convirtió ayer en zona de guerra
a Nálchik, capital de la república rusa de Kabardino-Balkaria,
situada a poco más de cien kilómetros de Chechenia en el corazón
del Cáucaso Norte. El presidente ruso, Vladímir Putin, que llegó al
poder con la promesa de poner orden en el «polvorín del Cáucaso»,
ordenó «aniquilar a todos los que opongan resistencia. Ningún
guerrillero debe salir de la ciudad».
Según el representante del presidente ruso en el distrito federal del Sur, Dimitri Kozak, «aún quedan dos focos de combate. Varios guerrilleros han apresado a varios rehenes en una comisaría de policía y una tienda en el centro de la ciudad». Los guerrilleros apostados en la tienda «se encuentran heridos», según relataron tres jóvenes rehenes que fueron canjeadas por dos botellas de agua.
Efectivos de la Policía, del Ministerio del Interior y del Ejército, apoyados por carros blindados, han cercado la ciudad y cerrado todas las salidas para impedir el repliegue de los guerrilleros durante la noche. A pesar de los llamamientos a la calma, el pánico ha cundido entre la población, que a centenares ha abandonado en coches particulares y autocares esta ciudad de poco más de un cuarto de millón de habitantes.«Ya no se oyen disparos por las calles de la ciudad. Por lo visto, el resto de guerrilleros se ha escondido», señaló un portavoz del Gobierno local, citado por la agencia Interfax. Los atacantes, según testigos presenciales, están vestidos de paisano y ocultan las armas bajo la vestimenta, lo que les permitiría perderse entre la población y golpear de nuevo cuando las fuerzas rusas bajan la guardia.