El Gobierno del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, espera con impaciencia los resultados de las conversaciones que mantnía anoche en Luxemburgo la Presidencia británica con los ministros de Exteriores de la Unión Europea, y en especial, con la austriaca Ursula Plassnik, quien bloquea desde la semana pasada el visto bueno para iniciar hoy las negociaciones de adhesión.
En este encuentro, Londres se juega el éxito de sus seis meses al frente de la Unión, puesto que dar el pistoletazo de salida a las negociaciones con Ankara es el principal de sus objetivos después del fiasco de junio sobre el presupuesto.
Para evitar el ridículo, el ministro de Asuntos Exteriores turco, Abdullah Gul, se ha visto en la obligación de no emprender el viaje a Luxemburgo hasta que haya un acuerdo entre los Veinticinco, por lo que no tomará el avión hoy hasta que no tenga la certeza de que es para lanzar el proceso de adhesión. Fuentes europeas aseguraban que Austria no daría su brazo a torcer ayer y, al menos, esperará a hoy para forzar pequeños cambios sobre los términos en los que la UE se dirigirá a Turquía.
En un intento de incrementar la presión sobre los europeos, ha asegurado que si las negociaciones no comienzan, «nos sentaremos a reflexionar (...) Escucharemos lo que dice la gente, no sólo Turquía, si no el mundo entero, desde Rusia hasta Palestina», afirmó.
Asimismo, apuntó que con esta decisión quedará demostrado si la Unión Europea (UE) acepta el desafío de ser un poder global o sigue siendo un «club cristiano». «No nos estamos esforzando para comenzar negociaciones sin importar cómo, ni a qué precio».