El primer ministro británico, Tony Blair, negó ayer enérgicamente que los atentados del 7-J fuesen un acto de venganza por la guerra de Irak, frente a quienes dentro de su partido han establecido esa vinculación. En un discurso del Partido Laborista, Blair negó también que los ataques fueran fortuitos o respondiesen a circunstancias locales y los atribuyó a la estrategia de unos fanáticos que quieren imponer al mundo su «ideología del mal».
Blair trató de salir así al paso de los sectores izquierdistas del laborismo que no le perdonan que no dijera, según ellos, la verdad sobre los motivos para invadir Irak y arrastrara al país a una guerra impopular junto a Estados Unidos.
El primer ministro británico dijo que los fanáticos que mataron a más de cincuenta personas podían haber matado a más de quinientos inocentes y se habrían alegrado de ello. Blair afirmó que la propaganda extremista de esos ideólogos del mal aprovecha «la tendencia del mundo desarrollado a atribuirse culpas». Según el líder laborista, creer que «si nosotros cambiamos de comportamiento, ellos van también a hacerlo», es «una equivocación catastrófica».
Blair afirmó la necesidad de poner en evidencia «la lógica casi diabólica» que subyace a la propaganda de esos fanáticos. «Y si es Afganistán lo que los motiva, ¿por qué hacen saltar por los aires a inocentes que se dirigen a votar por primera vez? Si, por el contrario, están motivados por Irak, ¿por qué esa misma ideología mata a iraquíes en atentados terroristas en abierto desafío a un gobierno electo?». «¿Por qué, se preguntó también Tony Blair, incluso después del primer atentado con bombas en Madrid y de la elección de un nuevo gobierno español, estaban planeando otra atrocidad hasta que fueron atrapados?», se preguntó el primer ministro.
Blair dijo también que es imposible negociar con fanáticos que proclaman que hay que borrar del mapa a Israel, matar a israelíes y estadounidenses dondequiera que estén y eliminar la presencia de occidentales en tierras islámicas.
Las palabras de Blair se interpretan aquí como un claro intento de adelantarse a las críticas de quienes ya comienzan a relacionar los atentados de Londres con la impopular guerra de Irak.