JAIME CASTILLO-ROMA
El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, prolongó un día más
la crisis por la que atraviesa su Gobierno, tras el abandono de los
ministros de la democristiana UDC, y se resistió a dimitir, paso
previo para la formación de un nuevo Ejecutivo, como le reclaman
casi todos sus aliados. Ante esta compleja situación, que se
sobrepuso al inicio del cónclave para elegir al nuevo Papa, el
presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, le ha obligado a
que acuda «sin demora» al Parlamento para que aclare lo que está
sucediendo. «No he dimitido», dijo con tono de humor Berlusconi a
su llegada a la Cámara de Diputados, procedente de la sede de la
Jefatura del Estado, para fijar su comparecencia parlamentaria con
el presidente de la institución, Pierferdinando Casini.
Poco antes, sus socios de la Liga Norte, que han cerrado filas en torno al primer ministro durante la crisis hicieron saber que no había acuerdo para que Berlusconi presentara su dimisión y, a continuación, formara un nuevo Gobierno.
Los democristianos, que inicialmente amenazaron con elecciones anticipadas, decidieron al final retirar del Gobierno a sus tres ministros y al vicepresidente para tratar de forzar un cambio, también en el programa electoral. La idea, compartida por la mayoría de dirigentes de la alianza gubernamental, era la de fijar unas prioridades de fin de legislatura, centradas en la reactivación de la economía, que está tocando fondo, y en el relanzamiento del sur del país.
El tira y afloja entre Berlusconi y Follini durante el pasado fin de semana desembocó en una serie de reuniones frenéticas y en una cumbre de los líderes de la Casa de las Libertades, que parecía iba a ser decisiva, pero que al final se quedó en nada.