El grupo del presunto líder de Al-Qaeda en Irak, Abu Musab al-Zarqaui, asumió la autoría de los dos atentados suicidas perpetrados ayer en Bagdad, que costaron la vida a quince personas, que se suman a las ocho que fallecieron en otras localidades. Estos ataques son los más sangrientos en la capital iraquí desde las elecciones del pasado 30 de enero.
En un comunicado colgado en una página islamista de Internet pocas horas después de la masacre, el grupo afirma que «dos leones miembros de una brigada de mártires» hicieron detonar dos coches bomba en una concurrida avenida cercana al Ministerio iraquí de Interior.
Uno de los kamikazes hizo explotar la carga junto a «un puesto de policía apóstata», mientras que otro atentó contra un convoy militar iraquí integrado por nueve vehículos, explicó el texto, firmado por la «Organización de Al-Qaida para la Yihad en Mesopotamia». Ambos ataques fueron perpetrados a primera hora de la mañana, de forma casi simultánea, en una de las principales avenidas del lujoso barrio de Al Yaderiya, cerca de la denominada «zona verde», un área amurallada de la capital tras la que se parapetan las embajadas de EEUU y el Reino Unido. La masacre pudo ser incluso mayor, ya que según fuentes policiales, un tercer coche bomba fue detectado a tiempo en la zona y desactivado antes de que pudiera ser detonado.El texto del grupo de Al-Zarqaui, cuya autenticidad aún no ha sido verificada, incluía, asimismo, una advertencia a Estados Unidos. «Ayer, el comandante de los judíos y los cristianos declaró que las llamas de la bendita guerra santa en Irak serían extinguidas. Ahora se sentirá derrotado y descontento», destaca uno de los párrafos finales.
El miércoles, el secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, y el vicesecretario de Estado, Robert Zoellick, visitaron Bagdad, donde alabaron los «progresos» de la transición democrática en Irak. La organización de Zarqaui ha asumido la autoría de numerosos ataques terroristas con coches bomba en diferentes áreas de Irak, así como del secuestro y posterior asesinato de varios civiles iraquíes y extranjeros.
Sin embargo, desde que el pasado 30 de enero se celebraron las primeras elecciones de la transición en Irak, la capital había quedado casi al margen de la violencia diaria que aún sacude al resto del país, en especial a la zona noroeste, corazón de la insurgencia. Los rebeldes han atacado con regularidad puestos de control de la policía iraquí, convoyes militares y acuartelamientos de las fuerzas estadounidenses en la provincia de Al-Anbar, que se extiende desde el oeste de Bagdad hacia las fronteras con Jordania y Siria. En esta provincia están ubicadas las ciudad rebelde de Ramadi, escenario casi a diario de combates.