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Funeral por Juan Pablo II

El mundo se da cita en Roma para el último adiós

Los funerales por el Papa reúnen a 57 jefes de Estado y 17 jefes de Gobierno

C.GILES-ROMA
En la misa de exequias por el Santo Padre participaron monarcas reinantes de diez países, 57 jefes de Estado, tres príncipes herederos, 17 jefes de gobierno, los líderes de tres organizaciones internacionales y representantes de otras diez, tres esposas de jefes de Estado, ocho vicepresidentes de Estado, seis viceprimeros ministros, cuatro presidentes de Parlamentos, doce ministros de Asuntos Exteriores, otros trece ministros y embajadores de 24 países.

Entre las delegaciones religiosas participaron 140 personas, entre ellas representantes de las Iglesias Ortodoxas, de las Iglesias Orientales Ortodoxas, de las Iglesias y comuniones eclesiales de Occidente, organizaciones cristianas internacionales, la Asociación Nacional de Evangélicos, representantes del Judaísmo, del Islam y delegaciones de otras religiones no cristianas.

Las exequias de Juan Pablo II permitieron que diferentes dignatarios intercambiaran unas palabras antes de comenzar la ceremonia. Así, permitieron un contacto espectacular y sin precedentes entre un presidente israelí y los jefes de dos Estados considerados como los peores enemigos de Israel: Irán y Siria.

Una vez finalizada la ceremonia en el Vaticano, el presidente israelí Moshe Katzav, de origen iraní, conversó en persa con su homólogo de la República islámica de Irán, Mohamad Jatami.

Además Katzav estrechó en dos ocasiones la mano del presidente sirio Bachar al Asad, sentado justo detrás de su homólogo israelí en el área reservada a las personalidades en la plaza de San Pedro. Estos contactos sientan un precedente en la historia de las relaciones entre los tres países.

A modo de anécdota, el príncipe Carlos de Inglaterra saludó ayer, sin querer, al controvertido presidente de Zimbabue, Robert Mugabe. El príncipe, separado del presidente zimbabuense por un asiento en la zona de dignatarios, «fue tomado por sorpresa y en una posición en la que no pudo evitar estrechar la mano del señor Mugabe», explicó un portavoz de Clarence House.

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